¿Cómo olvidar el impacto que nos provocó a tantos, por no decir a todos, el estreno de Tracy Chapman? Por favor, atrevámonos a hacer memoria. Raro era el refugio nocturno en el que el pinchadiscos no recurriera a Fast car como garantía de catarsis. Palabra. El pellizco sobre una guitarra acústica como sinónimo de alborozo, coraje, llamada a la acción. Electricidad, incluso, aunque incurramos en flagrante paradoja. Pero la propia Tracy era paradójica desde el momento mismo en que contravenía todas las convenciones, no se adecuaba a nada de lo que podíamos barruntar.
¿Cómo olvidar, por ejemplo, el comienzo de este álbum? ¿Quién podía soñar con un estreno así? Talkin’ about a revolution parecía conducirnos hacia una actitud firme, belicosa, de voz alzada; pero en esas llegaba aquel segundo verso demoledor (“…but it sounds like a whisper”) que la Chapman abordaba, efectivamente, susurrando. No lo habríamos sabido explicar entonces, pero era la confluencia perfecta entre contenido y continente. Igual que tampoco acertábamos a comprender el gesto de dignidad y sufrimiento de esta mujer de las camisetas de tirantes, mucho antes de que estuviéramos familiarizados con el 8M, el empoderamiento, la segregación racial, la causa arcoíris.
Este debut homónimo aunaba fuerza, rabia, lirismo, talento. Era, si no revolución, una verdadera revelación. La de Cleveland pegaba un manotazo en la mesa frente a la América de Reagan, aunque entonces aquello fuera complicado de advertir. Y encima incluía aquella balada pluscuamperfecta, Baby can I hold you, con la que hasta parecía fácil enamorarse y ser correspondido. Pero merecía la pena sentir también debilidad por la cara B, sobre todo gracias a If not know: tan queda, tan sutil, tan suspendida en la línea del tiempo que sería imposible datarla con una sola escucha. Seguiríamos luego disfrutando de Tracy con el difícil-segundo-disco, Crossroads, y hasta con alguno posterior, como Telling stories, ya entrados en el año 2000.
Pero nunca el enamoramiento es como la primera vez. Y en rara ocasión es prudente, o aconsejable, la reincidencia. Da igual. Pasan los años y los lustros, cambian las centurias y Fast car revive incluso hasta llegar a lo más alto (2023), a través de la voz de Luke Combs, ¡de las listas estadounidenses de country! Cómo de paradójico puede llegar a ser el destino, tan dado siempre a proporcionarnos ese tipo de sonrisas agridulces.
Recuerdo que escuché a Tracy Chapman por primera vez en el programa de Rafael Abitbol. Probablemente sería la primera vez que sonó en la radio española. Y recuerdo que Abitbol la presentó como un hombre. Claro, ese nombre que podía ser de hombre o de mujer y esa voz grave… Días después reconoció el error.
En fin, una anécdota de tiempos remotos.
¡No conocía esa anécdota!
Desde luego Fernando ese álbum fue como un regalo inesperado, una perla en el asfalto , que no podía repetirse. Un álbum absolutamente redondo lleno de grandes temas ( qué decir de for my lover” o del talking about a revolución” ) para mi superiores al fast car” que le dio el éxito.
Nunca volvió a acercarse a ese nivel , pero era casi imposible ; y de alguna manera ese tremendo impacto en su primer álbum que nunca se repetiría la relaciona con chrsitopher cross que con su primer y tremendo álbum dio un aldabonazo también inesperado en la industria musical .
Tremendo álbum ese de Tracy que suena igual de fresco hoy día, sin duda; y que a mi al menos me hace pensar cuando lo escucho: ya no se hacen maravillas así ….
Es un disco para escuchar más de una vez en la vida, de principio a fin. Impecable.
Su segundo y tercer disco son realmente buenos, pero este está tocado por una varita.
Con la versión de Fast Car de Luke Combs, Tracy fue la primera mujer negra en la historia en escribir en solitario un número 1 de la música country. Han pasado años desde el disco country de ray Charles…