Como quien se sumerge en un microcosmos. Como si, de repente, el mundo fuera un lugar bello, armónico y sosegado. Esa es la percepción que genera este álbum de hermosura casi irreal, tan delicado y primoroso que parece poco menos que inconcebible. Pero existe, por fortuna. Y es como un lago remoto en el que zambullirse, en soledad, a la caída de la tarde. Mejor aún: coloquémoslo en nuestros auriculares y olvidémonos de todo durante 43 minutos. Nada de lo que pudiera acontecer a nuestro alrededor podrá hacer sombra a lo que le esperan a nuestros privilegiados pabellones auditivos.

 

Siempre fue el cuarteto de Massachusetts una banda de corte bucólico. Instrumentos acústicos, armonías vocales de fragilidad candorosa, un gusto exquisito por el folk y el preciosismo. Pero Fish pond fish no solo afianza estas características, sino que las acentúa. Es, por casualidad o no en este 2020 de miedos, confinamientos y horrores, un trabajo rigurosamente escapista. Un paréntesis colosal en el que el ruido, la ira y las incertidumbres pierden la voz en beneficio de argumentos como la astronomía, la botánica, la meteorología o, ya puestos, los paisajes ornitológicos. ¿Extravagancia? No sabemos. ¿Bendición? Sin duda.

 

De repente, sí, todo parece encajar en su sitio. Frente a ese mundo que hemos acabado aceptando como distópico (adjetivo de fealdad pavorosa que ahora escuchamos en todas las conversaciones), estos cuatro muchachos hirsutos nos ofrecen un refugio celestial. Los 46 segundos de introducción vocal de Woolgathering son elocuentes: entramos en otra dimensión, así que desentiéndanse de todo lo que tengan entre manos. Los paralelismos con los dos primeros discos de Fleet Foxes son evidentes, incluso en ese gusto por construir pequeñas piezas con varias partes (Green + evergreenMountain + sea o la fabulosa February/Stars). Y el arsenal de instrumentos se centra en guitarras acústicas, banjos, mandolinas, violines, ukeleles, armonios.

 

Basta escuchar el corte de cierre, A light on in the dark (del que se extrae el título del álbum), para desarmarse. De repente, la esperanza. El reflejo sublimado de las armonías de Simon & Garfunkel. Un pequeño paso para el hombre del folk; un gran avance en este lánguido 2020 que se merecía un revolcón de lirismo en toda regla.

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