Faltaba Ed O’Brien en la cada vez más abultada nómina de discos en solitario producidos por los integrantes de Radiohead, que sigue en hibernación, ahora que el término ha cobrado relevancia, desde más tiempo del que desearían muchos y muy fervorosos seguidores. Pero mientras Thom Yorke y el guitarrista Jonny Greenwood nunca han ocultado su vocación de artistas en primera persona, e incluso el batería, Philip Selway, se permitió el capricho de dos preciosos álbumes (Familial Weatherhouse) en la faceta de cantautor acústico, O’Brien ha parecido siempre más cómodo en el papel de lugarteniente. Escoltando a Yorke en el escenario y con las segundas voces, contribuyendo con su guitarra a que la de Greenwood asombrase más. Integrado en el papel de colaborador necesario, una faceta tan imprescindible como, en ocasiones, ignorada. Pero sucedían cosas que iban cobrando forma en el cerebro de Ed y no podían esperar más. Earth ha venido larvándose durante siete años, nada menos. Y ahora que ya podemos conocerlo hasta el último detalle, asemeja, en efecto, una eclosión.

 

Ese carácter discreto, esa complicidad con la figura del actor secundario, ha conducido probablemente a O’Brien a camuflarse bajo el no muy atractivo acrónimo EOB. Lo que sucede, en cambio, bajo esta carpeta multicolor es dispar (quizá el cromatismo sirva como metáfora de un carácter marcadamente ecléctico) y excitante. Porque Ed puede abrir con un tema tan rotundo como Shangri-La, cuyo pálpito puede recordar al de los U2 más sintetizados de los años noventa, para a continuación dedicarle más de ocho minutos al desarrollo de Brasil, otro fabuloso plato fuerte en dos partes muy diferenciadas: la primera, una delicadísima pieza de orfebrería acústica; la segunda, un desenfreno para el baile hipnótico y dislocado.

 

La gran joya, en cualquier caso, acontece justo al final, con ese episodio frágil y realmente hermoso titulado Cloak of the night, un mano a mano con una Laura Marling instalada en su dulce y ya casi permanente estado de gracia. El otro prodigio acústico es Long time coming, pero no perdamos de vista Deep days, un medio tiempo con monótona voz de plegaria que acaba convirtiéndose, a partir de la segunda o tercera escucha, en absoluta adicción.

 

O’Brien, o EOB, ha dejado al bajista Colin Greenwood como el único radiohead sin producción propia. No descartemos ninguna posibilidad. Entre ellas, que terminemos escuchando Earth en más ocasiones que, pongamos por caso, A moon shaped pool.

 

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *