Una de las iniciativas fonográficas más valientes, hermosas, audaces y esperanzadoras (alguno añadirá temerarias) que ha conocido la ciudad de Madrid en los últimos años es la que Antonio Sánchez Blanco, responsable máximo de que todo suene a gloria en el imprescindible Café Berlín, ha emprendido con esta serie de grabaciones en directo, exclusivas, en vinilo y en ediciones limitadas, aprovechando que por ese escenario angosto y subterráneo en la Costanilla de los Ángeles desfilan de manera incesante los mejores músicos con residencia peninsular. La aventura echó a andar hace algo más de un año con una preciosa entrega de Caramelo de Cuba, un habitual de la sala y un catalizador de talentos con la capacidad de que todo hijo de vecino acepte sus sugerencias para sumarse al elenco sobre las tablas, y continúa con un capítulo seguramente más excepcional, un repaso a lo mejor que el ilustrísimo Jorge Pardo dejó registrado en la mesa de sonido el pasado 11 de junio de 2022. No sabemos cuántas cosas buenas se habrán quedado en el tintero, dadas las limitaciones de minutaje que impone el formato, pero estos casi tres cuartos de hora, repartidos en apenas cinco composiciones, representan un punto muy elevado en la trayectoria de un artista que suma ya muchos trienios de servicio al jazz y el flamenco de este país.

 

Hay mucho más de lo primero que de lo segundo en esta ocasión, incluso un predominio del saxo frente a la flauta a la hora de escoger la voz cantante. En cualquier caso, Pulsos sobre todo testimonia el diálogo infrecuente y excepcional entre Pardo y João Frade, un acordeonista portugués mucho más joven y todavía insuficientemente divulgado y documentado, pero capaz de mantener un mano a mano, con las espadas en todo lo alto, en momentos como el desafiante, trepidante y fabuloso Y tú también.

 

Llegaba el jazzista madrileño en un momento particularmente dulce al Berlín, celebrando una onomástica número 65 que en su caso equivale a la plenitud y no al cese de actividades, y con el orgullo de ese documental, Trance, que la hace justicia a la hora de recorrer una trayectoria extensa, pletórica y puede que nunca tan aplaudida como en el momento presente. Así que Jorge se gusta y explaya en monumentos como El Gali, su homenaje al añorado percusionista José Antonio Galicia, 12 minutos parsimoniosos en los que también concede un amplísimo margen para la digresión solista de Frade en el tramo central. El contrabajo de Pablo Báez –un artista onubense que ni siquiera conocía al batería Tuurs Moens antes de la noche de autos– goza de su apogeo en Puerta del sur, dónde mejor. Hay algún guiño a la causa flamenca con Billones de años, mientras que el talante más experimental refulge con El enfermo, una pieza que en su origen, en el disco Mira (2001), había pasado mucho más inadvertida.

 

Ojalá haya nuevas muestras de osadía vinílica desde ese cuartel general madrileño a solo unos pocos cientos de metros de la Puerta del Sol. En el caso de Pulsos, bien merecía que no solo los apenas 200 asistentes que puede albergar la sala disfrutasen de esta alquimia.

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