Puede que el que nos ocupa no sea ni siquiera el mejor álbum de Kate Bush, un mérito que recae en el fabuloso The hounds of love (1985) y para el que The sensual world (1989) también dispondría de un buen puñado de papeletas. Pero este es un disco de debut como el que encontraremos pocos en la historia popular del siglo XX, y quizá ninguno rubricado por una criatura que a esas alturas de los setenta apenas había superado la mayoría de edad.
Los 19 años de la joven Catherine Bush pudieron haber sido incluso menos, puesto que la hermosísima balada The man with the child in his eyes y el muy original art-rock de The saxophone song ya habían pasado por el estudio ¡a mediados de 1975! Y ha circulado entre los fetichistas de las grabaciones no oficiales una colección de maquetas, The Phoenix recordings, que avala cómo Kate disponía de unas 200 canciones originales entre las que escoger estas 13 con las que emprendió camino hacia la estratosfera. Siempre fue así: precoz, inabarcable, impredecible.
Constará siempre en los anales el hecho de que Wuthering heights (¿queda alguien en este planeta que no haya escuchado Wuthering heights?) fue la primera canción escrita e interpretada por una mujer que alcanzó el primer puesto en las listas británicas. Pero no podemos restringir el esplendor de este prodigio a su muy afortunado single de cabecera. Kate había sido descubierta y avalada a través de un amigo común de las familias por el guitarrista David Gilmour (Pink Floyd), que financió la primera maqueta y allanó el fichaje por EMI. Y la huella de los Floyd reflexivos de Wish you were here se insinúa en Moving, título inaugural de un trabajo en el que no dejan de suceder cosas: desde esa especie de reggae disfuncional que es Kite al puñetazo rockero de James and the cold gun, el arrebato sentimental de L’amour looks something like you, el estribillo endiabladamente pegadizo para Oh to be in love o la marcada sicalipsis de Feel it, un ejemplo primigenio de esa sensualidad liberadora que se convierte en santo y seña de la de Kent y la aleja de Carole King y demás grandes mujeres autoras de la época.
Transcurren las décadas y seguimos detectando trazas de Kate Bush en seis o siete de cada 10 nuevas mujeres que se suben por vez primera a un escenario. Así de decisiva resultó siempre ella.
Qué gran artista Kate Bush…creo que la vi por primera vez siendo un chaval en Popgrama y me impresionó, era algo diferente, especial. Años más tarde compré el maravilloso ” Hounds of love” , lo grabé en una cinta de cassette y fue la música que más sonó en un viaje que hicimos mi pareja y yo el verano de 1987 por Portugal con mi viejo R5. Es curioso cómo asociamos músicas a momentos de nuestra vida y cómo se graban en nuestra mente.
Gracias por tus recomendaciones Fernando, un saludo
Gracias a ti, Ramón, por compartir experiencias y recuerdos. Sí, la capacidad evocadora de la música es incomparable, sencillamente. ¡Toda la razón!