La diversidad era esto, y es una bendición constatarlo. Abran paso al joven senegalés Momi Maiga, un nombre al que hacerle hueco en la memoria de manera inaplazable. Su caso es infrecuente, alentador y profundamente emocionante. Llegó desde su tierra natal con una kora bajo el brazo, esa especie de arpa-laúd africana que aquí aprendimos a amar gracias a Toumani Diabaté o Geoffrey Oryema. Acabó afincándose en Barcelona, se impregnó de sonoridades mediterráneas y flamencas y dejó que toda esa nueva luz y ese aroma a salitre fueran filtrándose por los cimientos de su arquitectura sonora. Frecuentó escuelas y clubes de músicos locales, aprendió con la rapidez de los hombres ávidos de enseñanzas, lo integró todo. Y acabó enarbolando un discurso singular, personalísimo, genuino, que aquí cobra cuerpo a lo largo de 10 composiciones propias de belleza irrefutable.

 

No, Nio no es ninguna rareza exótica, sino una eclosión de sonidos enraizados, hermosos y profundamente vitalistas que hacen buenas migas con una mediterraneidad no menos luminosa. Asombra comprobar en Mansani, por ejemplo, cómo se integran con absoluta naturalidad las percusiones africanas con panderos cuadrados y palos flamencos. Entre los instigadores de estas alianzas transcontinentales ocupa un lugar relevante el percusionista de Badalona Aleix Tobías, habitual de Coetus y de la banda de Eliseo Parra, entre otro buen puñado de ocupaciones. Su visión panorámica sirve de argamasa a lo largo de todo el trabajo, mientras que Sílvia Pérez Cruz asoma como invitada ilustre para rematar la entrega con Sidiya, una pieza fina, delicada y lindísima que por sí misma habría de servirle a Maiga para abrir unas cuantas puertas.

 

“Nio” es el término para “alma” en mandinka, la lengua natal de Momi, y tanto la kora como su voz límpida son una invitación en toda regla para adentrarse en su espíritu y conocerle mejor. Nio es un disco raro por insólito e infrecuente, por inesperado en formulación y procedencia, pero también por bello. Y por natural. Es tan sincero que desarma, y tan hermoso que no lo deberíamos pasar por alto en ningún caso. Buena gana de encomendarnos a ningún algoritmo.

 

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