Nada como abandonar el inglés, tan asociado a las fascinaciones adolescentes y una cierta impostura de modernidad, y asomarse a la escritura en la lengua que se ha mamado y con la que se ama, se siente y se sufre para referirse a los asuntos verdaderamente sustanciales. Ese es el proceso experimentado por la gaditana Musgö desde que supimos de ella con su estreno discográfico, Open the gate (2019), hasta que ahora se expresa como el piden cuerpo y alma, con acentazo sureño incluido, para hablar de lo que importa: la vida, la muerte, la sustancia. La pasión y las incertidumbres.

 

Musgö transita entre lo carnal y lo místico, en esa misma dualidad seductora que le lleva a parecer una diosa mitológica o una terrícola posmoderna; a encadenar el gusto por el flamenco y el componente folclórico con los ramalazos urbanos o de trip hop. Entre Björk, Bebe, La Mala Rodríguez y Rocío Márquez (a ser posible acompañada por Bronquio), la de Chiclana picotea aquí y acullá, alterna lo acústico y las maquinitas, el beat con el violín y el violonchelo. Deja que la garganta le suene seductora, voluptuosa o acongojada. Esto suyo sí que es empoderamiento.

 

Y entre medias, claro está, ese elemento esencial y hasta desconcertante que es el arpa, uno de los instrumentos solistas menos característicos en la historia del pop. Musgö es una pequeña virtuosa que convierte ese repiqueteo en leit motiv y en apelación a universos de misterio, leyenda y lejanía, a mundos soñados e imaginados, pero indudablemente mejores que este. Porque ella es así de moderna y de antigua; así de híbrida. Y de ambivalente: por si el arte musical no se le desparramara por cada poro, también ejerce como artista plástica y autora de murales de gran formato.

 

“Yo soy hija del cambio. No me aferro a lo viejo, dejo atrás el pasado, me libero de cada pesado rastro”. Lo escribe y canta –o más bien recita– ella misma en Reencarnada, cuya presencia en el álbum como primer corte no puede ser casualidad. Sirve como declaración de intenciones, tiene magia e intriga, apela a la conexión entre generaciones y a la valentía, tan necesaria en tiempos de desconcierto, para abordar el futuro. Quizá Musgö provenga, como proyecto y concepto musical, de no pocas crisis y encrucijadas interiores. Esa búsqueda, ese crecimiento puede que a ratos doloroso, es lo que le otorga un valor adicional: el de la trascendencia.

 

Musgö presenta ‘Un sendero’ este miércoles 6 de marzo en la sala El Sol de Madrid

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