Lo que está sucediendo con Riders Of The Canyon, una especie de superbanda de country-rock a la catalana, tiene algo de fenómeno paranormal. Conocíamos en mayor o menor medida a sus cuatro componentes, pero, por alguna anomalía aritmética para la que aún estamos buscando explicación, el total resultante de esta alianza es muy superior a la suma de las partes. Hay una relación paritaria entre sus integrantes, que se van alternando en voces, pesos específicos y responsabilidades, pero da la impresión de que, como si de una versión mediterránea y civilizada de CSN&Y se tratara, el respeto de cada cual por sus compinches les lleva a los cuatro a unos niveles fabulosos de exigencia. Así que en este pique glorioso de todos contra todos salimos, cual tesoro de la isla, con uno de los grandes discos del año como recompensa debajo del brazo.

 

Abre boca Joana Serrat con el fulminante Masters of my lonely time, y es tal el músculo y la convicción que hemos de abandonarlo todo, sin medias tintas, para prestar toda la atención a lo que acontecerá a lo largo de 40 minutos en permanente estado de gracia. Downtown es una joya de country eléctrico cuya paternidad habríamos podido atribuir a Buffalo Springfield, Everything blooms in Spring es la balada triste pero esperanzada de quien ha escuchado con fruición al Johnny Cash más crepuscular y Riders of the canyon es un vals triste, casi una oración, que Gram y Emmylou podrían haber urdido durante algún paseo por el Laurel Canyon, tal vez el cañón inspirador en último extremo de la banda (por favor, resérvense algunas lágrimas para las trompetas vaporosas y entre violines del final).

 

Y así, sorpresa tras sorpresa hasta llegar al 10 –el corte y la calificación–, Joana, sus dos socios barceloneses y ese irlandés medio catalán que responde al nombre de Matthew McDaid, la gran joya oculta de la formación, van apuntalando un trabajo con hechuras de gran acontecimiento. Capaz de acercarse al rutilante pop californiano, llegado el caso (Sunrising), pero casi siempre más cercano a Neil Young (Wild river, Here in my dreams), Haim y demás chicas ilustres de la Costa Oeste (Some kinda addiction). Nadie imaginaría que un disco así provenga de latitudes ibéricas y mediterráneas, y a algunos les costará creerlo y aceptarlo. Pero los oídos no engañan y esta primera y homónima entrega es, simple y llanamente, excepcional.

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