Queremos tanto a Rod Stewart que nos hemos acostumbrado a perdonarle casi cualquier cosa. Y eso que, a veces, nos pone retos complicados en lo relativo a nuestra aquiescencia. Su disparatado álbum en estudio de 2018, por ejemplo: aquel Blood red rosesera un desmadre, seguramente un despropósito, pero demostraba una robusta capacidad de sir Rod para no tomarse siempre demasiado en serio. Y eso, en último extremo, terminaba haciendo el experimento razonablemente entrañable. Este You’re in my heartprolonga de alguna manera ese espíritu. Stewart ha firmado algunos discos importantísimos, sobre todo a lo largo de su primera década de actividad, y es consciente de que nada de su trayectoria presente se acercará a aquellas cotas. Por eso asume el pasatiempo, la travesura, el desliz ameno. No necesitábamos nuevas versiones de Sailing,Tonight’s the nightHadbags and gladragsThe first cut in the deepest, esta vez en connivencia con la Royal Philarmonic Orchestra, porque las lecturas primigenias son con toda certeza imbatibles e irrebatibles, pero, contra pronóstico, algunas de los arreglos dejan hueco a la imaginación, la originalidad y la sorpresa. En especial el de Maggie May, que se adentra en recovecos que no habíamos imaginado. O el de Young turks, el tema que parecía menos propicio, de los 15 escogidos, para el tratamiento orquestal. Como aditamentos sabrosos, el dúo con el amigo Robbie Williams, otro bandarra sin complejos, en It takes two, un tema que nadie ha hecho tan popular como Tina Turner. Y la aportación final de Stop loving her today, una pieza inédita para que los completistas no puedan resistirse a la tentación de este disco. Que es circunstancial, anecdótico, menor y, en sentido estricto, prescindible. Pero más apañado y ameno de lo que, antes de quitarle el precinto, podríamos llegar a temer.

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