Estamos acostumbrados al relato del nacimiento del rocanrol a partir del Rock around the clock, Elvis, Sun Records y demás hitos icónicos al otro lado del Atlántico, pero el despertar de esa nueva generación de rebeldes en la vieja Europa, destrozada y empobrecida tras una guerra prolongada y devastadora, merece también una crónica sonora que los ensayistas de la música popular han esbozado solo de refilón y con un empeño mucho menos esencial. Por eso resulta tan relevante el esfuerzo que aborda aquí el estudioso parisino Bruno Blum, guitarrista y musicólogo con el que en ocasiones nos encontramos bajo el pseudónimo de Doc Reggae, a la hora de referenciar el proceso vivido en Gran Bretaña a lo largo de la década de los cincuenta. Porque allí el sol asomó en un amanecer perezoso y bastante menos rutilante en los primeros momentos, pero no olvidemos que los Beatles (con los que, inevitablemente, concluye esta antología) y la British Invasion estaban esperando a la vuelta de la esquina para escribir las páginas seguramente más brillantes de todo el siglo XX.
Blum documenta este fenómeno con una caja de tres cedés que permite una crónica holgada, pero no necesariamente saturada ni abrumadora (los 72 cortes arrojan un minutaje total inferior a las tres horas), y lo complementa con un ensayo muy entretenido, en francés e inglés, sobre ese mismo proceso que podemos ir desentrañando a lo largo de la excusa. La referencia temporal en el título a 1948, eso sí, es un tanto equívoca, por cuanto esa fecha solo incumbe a The Ray Ellington Quartet y su delicioso Five guys name Moe (en el fondo, una pieza jazzística con mucha carga de swing), mientras que el segundo ejemplo, de Lita Roza, nos conduce a 1952 y solo con el tercero, de Ken Colyer, ya hemos avanzado hasta 1954.
Colyer es el primer nombre propio de skiffle que aflora en el menú, el género de resonancias retro que, paradójicamente, acabaría revolucionándolo todo y del que bebieron en su adolescencia todos los genios en ciernes nacidos en torno al final de la Guerra Mundial; en particular, Van Morrison, que ha dedicado a aquellos pioneros un par de trabajos discográficos, pero también Lennon, Macca y todos los demás. Hay en esta caja un hueco para el ilustrísimo y fundamental Lonnie Donegan, desde luego (Rock island line), pero también se repasa y rastrea la huella del blues primigenio, los teddy boys y, por supuesto, el pique histórico y muy peliculero entre mods y rockers. Esos fueron los mimbres, y así quedan testimoniados en este recorrido amenísimo por nombres que, salvo contados ejemplos, apenas han sobrevivido en la memoria popular.
Pero la principal aportación de Blum en su propuesta, seguramente, consiste en el generoso foco que concede a Larry Parnes, en origen el mánager de Tommy Steele y con el tiempo representante de un importante número de jovencitos atractivos que comenzaron a llamar la atención no solo por sus méritos artísticos, sino también por su fotogenia. La figura de Parnes permite advertir sobre la importancia de la cultura gay en la época, sobre la que siempre se ha pasado de puntillas y que en su momento fue clamorosamente silenciada, ante el temor de levantar ampollas en una sociedad todavía timorata y con un régimen jurídico que no consentía las relaciones homosexuales.
Entre todos esos “chicos guapos” a los que protegió Parnes, The birth… concede especial relevancia al excelente y semiolvidado Billy Fury, del que se rescatan las 10 canciones de su elepé primordial, The sound of fury (1960), con la curiosidad de que su batería era Andy White, luego efímero integrante de los Beatles. Pero Blum nos recuerda, en ese mismo contexto, que tanto el representante de los de Liverpool, Brian Epstein, como sus homólogos de The Who (Kit Lambert) y los Yarbirds (Simon Napier-Bell), eran gais y contribuyeron con su visión a salpimentar sutilmente una época no tan candorosa como al principio quisieron creer las mentes biempensantes. Y todos estos ingredientes, musicales, históricos y hasta sociológicos, convierten este triple álbum de la francesa Frémeaux en una de las grandes sorpresas de la temporada para el coleccionismo.
Que Gran descubrimiento tu Página, muy buen Trabajo ,todo un placer para un melomano como yo leer tus críticas y recomendaciones , saludos de un Nuevo Fan Armand Wave (24hmusicpeople)
¡Muchas gracias! Un placer incorporarte a los lectores/as de esta página. ¡Salud!
Gran recopilatorio!
De Billy Fury se acordaba mucho un mitómano que trabajó mucho esa época de la Inglaterra pre-Beatles: Morrissey, que ya puso a Fury en la portada del single de los Smiths -Last Night I Dreamt That Somebody Loved Me
Magnífica anotación la de los Smiths, Rafa. Mil gracias por recordárnoslo 🙂