Ha alcanzado ya Xoel López ese punto de madurez y consistencia artística en el que el mejor referente para comprender su obra es él mismo. Resulta divertido constatar que algunos cortes de Caldo espírito, desde Pena penita a, sobre todo, el extraordinario Elevarte caer remiten a los tiempos de Deluxe. Dicho de otro modo: Xoel suena y evoca a Xoel. Y eso quiere decir que su lenguaje personalísimo y forjado de manera intuitiva a lo largo de no pocos álbumes, esa especie de intersección entre Beatles, Caetano y Juan Luis Guerra –más una amplia relación de bifurcaciones–, le convierte en reconocible en cuanto la aguja del giradiscos encuentra acomodo en este vinilo.

 

Hablamos del quinto álbum con su nombre y apellido, pero, no lo olvidemos, el decimosexto si incrementamos la nómina, como obliga la lógica, a la saga de Deluxe y otras encarnaciones previas, desde Lovely Luna a Elephant Band, y ello nos sitúa ante un hombre de trayectoria ya más bien abrumadora a sus todavía muy prudentes 46 años. En ese sentido, lo más reconfortante de Caldo espírito –título pintoresquísimo, mezcla heterodoxa del “caliente” latino y el “espíritu” en gallego– es precisamente eso, su carácter libérrimo y esa determinación de que la magia surja de manera espontánea, aprovechando el colosal bagaje del autor y esa aparente facilidad pasmosa para el pop exquisito, lustroso y riquísimo en nutrientes. Sabiendo, además, de su naturaleza prolífica y de que han transcurrido casi tres años desde Si mi rayo te alcanzara (2020), parece evidente que estas 11 entregas representan un ejercicio de concreción y síntesis. Y ello se traduce en un elepé tan afortunado que costará horrores encontrarle alguna pega.

 

Habrá que llamarlo madurez, aun con las (absurdas) connotaciones peyorativas que a veces arrastra el término. López transita por un periodo vital ya lo bastante serio como para que en su ideario asomen el desencanto y el desconcierto, y en ese sentido Caldo espírito encierra sinsabores, heridas, cicatrices, escepticismo y algún que otro descalabro sentimental que se intuye de envergadura. Pero a esa capacidad literaria cada vez más irrefutable (qué lejos quedan ya los balbuceos de Los jóvenes mueren antes de tiempo) se le suma la capacidad para deslumbrar melódicamente y de lanzar guiños a los héroes particulares. El desamor duele menos si Mágica y eterna pisa los talones al mejor Juan Luis Guerra imaginable. Y la exquisitez refinada de Glaciar no sería tal si su firmante no hubiera escuchado a Peter Gabriel en centenares de ocasiones; más en concreto, sospechamos que cortes como In your eyes.

 

La vida definitivamente iba en serio, parafraseando a Gil de Biedma, y el coruñés lo asume y afronta con un equilibrio pasmoso entre gravedad, evocaciones sentimentales y espíritu luminoso. El niño que todos fuimos asoma en las evocaciones freudianas de Fort da, las enseñanzas e inquietudes intergeneracionales encuentran acomodo en Xiana (no por casualidad, la única pieza en gallego) y la misma desafección hacia los tiempos modernos nutre el sentidísimo corte inaugural, Albatros, lo más parecido a un manifiesto en la discografía de este hombre: “Yo tan solo quiero escuchar / canciones hechas con el corazón / Sí, ya sé que yo no pertenezco a este tiempo”.

 

No sabemos si López atina o exagera con el diagnóstico, pero preferimos compartir camiseta y alinearnos en su mismo equipo. Xoel opta por disentir de los postulados en auge, y eso hace de Caldo espírito una oda a la esperanza. Puede que involuntaria, pero muy estimulante: para quien quiera escucharlo, un grandísimo disco de pop se parece bastante a esto.

 

 

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *