Rufus Wainwright nunca ha dejado de ser un artista del todo impredecible, como buen genio que es, pero este Folkocracy es una pirueta discográfica que casi nadie habría acertado a pronosticar. A la hora de celebrar su quincuagésimo aniversario y, de paso, las bodas de plata de su álbum de debut, el ya delicioso Rufus Wainwright (1998), el ilustre bardo neoyorquino ha decidido abrazar la música folclórica y tradicional por vez en toda su carrera, lo que no deja de ser una paradoja: hablamos del hijo de la leyenda de la canción de autor Loudon Wainwright III, con el que mantiene diferencias abismales, y de la añorada diosa de la música de raíz Kate McGarrigle, de quien siempre ejerció como ojito derecho.

 

Ahora, por fin, la memoria de mamá queda a buen recaudo: McGarrigle sonreiría satisfecha con estas 15 grabaciones, en las que su indómito hijo mayor orilla sus dos características más prominentes, la composición propia y una excelencia vocal casi más próxima al bel canto, para hundir los pies en la tierra de los antepasados, la instrumentación acústica y el valor incalculable de la amistad, ahora que con esto de las onomásticas nos ponemos sensibles y Rufus sopla las 50 velas este mismo 22 de julio. No duden que, en su condición de genio expansivo (y explosivo), la agenda de Wainwright está repleta de luminarias, por lo que solo el repaso de los créditos obliga a que nos escandalicemos. A ver en qué lugar del planeta pueden confluir los nombres de David Byrne, Sheryl Crow, Chaka Khan, John Legend, Andrew Bird o Van Dyke Parks, por citar solo unos pocos.

 

Hemos dejado para un párrafo aparte una protagonista más, ANOHNI, porque merece relevancia añadida. La mujer al frente de The Johnsons comparte con el protagonista la única pieza rubricada por el propio Rufus, la ya clásica Going to a town (2006), una sugerencia de última hora del productor del álbum, el venerable Mitchell Froom. La idea es brillante, pero la materialización, sencillamente sublime. Si el original de principios de siglo figura entre las páginas inmortales del divo, esta reinvención a la par campestre y sofisticada hermana para siempre a dos de los vocalistas más superlativos y emocionantes del último medio siglo. Y quien crea que la afirmación linda con la hipérbole, que acuda a ese octavo corte del álbum.

 

Por lo demás, Folkocracy es una continua invitación a la sorpresa, porque hasta el timbre de Rufus frecuenta registros y colores a los que no nos tenía acostumbrados. Emociona cuando hurga en el Neil Young más quintaesencial (Harvest) y fascina con su homenaje a The Mamas & The Papas a partir de un tema soberbio pero no muy difundido, Twelve Thirty (Young girls are coming to the canyon).

 

El último tercio del trabajo es más árido y austero, por pura desnudez instrumental, pero el dúo con Chaka Khan para Cotton eyed Joe sirve como guiño hacia una grabación poco divulgada de la ineludible Nina Simone. Así es Wainwright de enciclopédico y considerado, de generoso con sus invitados e inspiradores, de inabarcable en su universo de hermosura esencial. Ya habrá tiempo de nuevas páginas propias, parece decirnos ese niño de gesto bello y enfurruñado que nos mira desde la portada. Ahora el cumpleañero se concede un autohomenaje, pero nosotros, afortunados testigos de excepción, somos beneficiarios directos de esta folkicracia esencial e integradora.

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