Lo primero de todo, los titulares. Nos encontramos ante el primer álbum en solitario de Brittany Howard, cantante e ideóloga de Alabama Shakes. Sí, nuestra carismática amiga refrenda y hasta supera todas las expectativas: nos encontramos ante un disco excepcional. Y no, difícilmente este Jaime podría haberse convertido en la tercera entrega, tras el ameno Boys & girls (2012) y el excelente Sound & color (2015), del cuarteto de Athens. No solo porque la presente obra parta de una temática personalísima de la firmante –el terrible fallecimiento de su hermana, a los trece años, por un cáncer , sino porque el paisaje sonoro experimenta un vuelco significativo respecto a lo que nos tenía acostumbrados. Los Shakes han hecho bandera y hasta proselitismo de los sonidos sureños, un recorrido por las herencias del sello Stax y el Muscle Shoals aderezado con algún ramalazo garagero. Pero ahora Brittany no parece tan interesada por Otis Redding como por Erykah Badu o Prince. Y si el añorado geniecillo de Minneapolis hubiera tenido tiempo para rubricar algo parecido a History repeats, el brutal estallido de funk y psicodelia que abre esta colección, estaríamos pensando en que recuperaba el tono muscular de sus mejores años. La sombra del Príncipe se prolonga hasta justo la última página de este disco breve (35 minutos) e intensísimo, un Run to me de teclados densos que solo puede escribir alguien familiarizado con God, la cara B del sencillo de Purple rain. Y, entre medias, Howard despacha su visión descarnada sobre la vida y la muerte, sobre las aguas putrefactas en las que Trump se siente cómodo chapoteando, sobre el amor y la sexualidad. No, Jaime es una obra que solo puede estar firmada en primera persona. Y que incluye varios momentos sencillamente memorables; en particular su excepcional primer sencillo, Stay high, donde Brittany entremezcla a Prince, la androginia y el falsete mientras Robert Glasper, el más ilustre e inesperado de sus nuevos socios, le arranca unas notas juguetonas ¡a una celesta! O esa balada amatoria a bocajarro, solo voz y guitarra, que es Short and sweet. O el alboroto de última generación que las teclas de Glasper aportan a 13th century metal. Brittany agradece a sus amigos de Alabama la comprensión que le han brindado al concederle esta escapada. Habrá que ver cómo el cuarteto se las apaña ahora para superar este primer fruto de la emancipación.

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