Hay que ser un artista muy grande para liderar una banda del más alto nivel y sentir la necesidad de completar el catálogo con incursiones en primera persona. Le sucede a Thom Yorke, de hecho cada vez más hiperactivo mientras se prolonga el letargo de Radiohead, y acontece ahora con la figura de Eddie Vedder, que 30 años después de poner en marcha la maquinaria de Pearl Jam se desmarca con un álbum colosal en todas las acepciones: por exquisito, extenso, plural, desbordante de creatividad y rematadamente sorprendente. Porque muchas de las decisiones que toma aquí no las esperaríamos en ningún caso, ¡empezando por el dúo con Elton John para Picture!, pero carecemos de argumentos para afearle alguna de ellas.
El ejemplo de Picture es el más paradigmático sobre la heterogeneidad de Earthling, un álbum que parece rabiosamente lúdico a la vez que ambicioso. El autor de Your song parece en las antípodas del máximo responsable de Vitalogy, pero los dos son ya lo bastante mayorcitos como para no privarse del gustazo de divertirse juntos y entregar una golosina de pop trepidante. Y no es el único ilustrísimo que comparece aquí sin que nadie pudiera prever nada parecido. La batería de Ringo Starr es, como cualquier beatlemaniaco reconocerá al instante, la protagonista de Mrs. Mills, en la que Eddie juega a componer como un discípulo avezadísimo de Paul McCartney, con sección de cuerdas y trompa incluidas en la ecuación. Y aunque Try es velocísima y cuesta más identificar esa armónica nerviosa, casi enloquecida, quien le suministra aliento no es otro que… ¡Stevie Wonder!
Lo divertido (y el adjetivo vuelve a aflorar, porque encaja al dedillo con el espíritu de todo el álbum) es que los tres prohombres se suceden justo al final del elepé, como si Earthling siguiera un espíritu de concierto en su ordenación y Vedder reservase para el último tramo las grandes sorpresas a sus espectadores. Pero hasta ese momento, y sin necesidad de luminarias, él se ha encargado de ofrecer múltiples estímulos y argumentos para el disfrute. Sobre todo con el vigor de Brother the cloud, la musculatura desafiante de Rose of Jericho (quizá el único tema que encajaría sin un solo retoque en una entrega de Pearl Jam) o la adorable Long way, homenaje descarado, manifiesto y delicioso a la escritura de Tom Petty. Y por si a alguno se le escapase el empeño por remedar al ídolo desaparecido, el órgano Hammond corre por cuenta de Benmont Tench, ilustre Heartbreaker.
Habrá quien discuta si este es el segundo LP solista de Eddie, después del ya lejano Ukulele songs (2011), o si añadimos la banda sonora de Into the wild (2007) y hablamos, como quizá sería más justo, de una tercera entrega. Pero quedan pocas dudas de que el carismático barbudo de Illinois nunca se había tomado tan a pecho un trabajo al margen de los Jam. Si en ese proceso de ambición renovada le salen monumentos como Fallout today, que pasaría por un tiempo medio de REM; baladas tan encantadoras como The haves (con deje a Crash Test Dummies) o perlas de rock radiable como The dark, está claro que solo queda admirarnos de su talante eternamente joven.