¿De dónde han sacado fuerzas Pearl Jam para sacarse de la manga un álbum de estas dimensiones? Ante todo, barruntamos, de una asentadísima sabiduría. Los de Seattle han cumplido tres décadas en el negocio, llevaban siete años sin publicar disco y parecen haber llegado a la conclusión de que solo asomarán por nuestra puerta si es para ofrecernos algún contenido de relevancia. Gigaton lo es, sin duda: puestos a dar señales de vida, que sea de manera ostensible. La banda no ha perdido pegada por mucho que ahora lidie con las patas de gallo, pero no para de empaparse de nuevos aprendizajes. Y al golpe fiero y tosco que siempre ha acompañado las andanzas de nuestros amigos de la Mermelada (Who ever said y Superblood wolfmoon sirven como doble apertura fulminante, y es imposible permanecer incólume ante la épica descarga de guitarra y batería para Quick escape) se le añaden cada vez nuevos y más sutiles aromas.
¿Quién habría esperado, no hace tanto, que la fantástica Dance of the clairvoyants se convierta por momentos en un homenaje a Talking Heads? ¿Cómo no sucumbir a la electrónica medio moruna que envuelve Alright, el primer momento en que la formación deja de hundir el pie en el acelerador? Y, sobre todo, ¿de qué manera resistirse a la escucha reiterada, incluso compulsiva, de una obra de arte como Retrograde, intersección perfecta de músculo y melodía, de caricia y puño?
También conviene, por supuesto, dedicarle un tiempo a la lírica y adentrarse en el universo temático de Gigaton. Nos encontramos ante un álbum muy marcado –ya desde la portada, con ese glaciar derritiéndose– por la tragedia del cambio climático y en el que Eddie Vedder aprovecha para arreciar en los ataques al disparate de Trump, a veces sin renunciar a un cierto aire de apocalipsis. “Idiotez sentada” (“Sitting bullshit”), denominan al mandatario en Seven o’clock, y no es el único piropo del lote. Pero las ansias por la excelencia sonora superar cualquier otra prioridad en una banda que jamás se había concedido tanto tiempo en el banquillo. Pearl Jam vuelven a la cancha con hambre de gloria, con ganas de morder.
Los modismos del grunge (Never destination) salpican aquí y allá, porque ahí es donde encontramos el ADN del quinteto. Pero puede que Pearl Jam no hubieran sido nunca tan versátiles y ambiciosos en su apertura de miras. Gigaton es el disco que sacia la sed de los adeptos, pero también la fuente en la que beberán los primeros tragos los recién llegados a la causa.