Hay que tener desparpajo y predisposición a la sonrisa para escoger un nombre con ocho palabras a la hora de bautizar a tu nueva banda. Pero es evidente que a estos I Don’t Know How But They Found Me les sobra espíritu juguetón, tanto como para haber fraguado no ya solo uno de los mejores debuts de la temporada, sino un prieto manual para el baile, la activación sanguínea y el humor inteligente. Razzmatazz no tiene nada de placer culpable, o no debería, pero sí invita a la evasión expansiva y la risotada. Y todo ello con un cóctel de influencias clásicas, reconocibles, evidentes y deliciosamente festivas.
No, esta pareja de Utah no es fruto de la casualidad ni de un impulso poco meditado. El estreno de Dallon Weekes, el estiloso jefe de filas, y su escudero rítmico, Ryan Seaman, llega tras un par de epés y hasta un sencillo navideño, y es un prodigio de baile, palmaditas, teclados desaforados y, en el caso de Lights go down, hasta uno de esos saxos que le gustaban al Bowie más comercial de los primeros años ochenta. Una década, en realidad, en la que Weekes y Seaman habrían disfrutado como enanos. New invention remite al Peter Gabriel más calórico, rítmico y acelerado (comparémosla con Steam, por ejemplo), y hasta los breves paréntesis pausados, como Nobody likes the opening band, entroncan con ese tipo de humor fino y socarrón que tanto nos gustaba cuando lo exhibían Ben Folds Five o incluso los canadienses Barenaked Ladies.
No cuenten con mucho margen para el sosiego en los surcos de Razzmatazz, ya les avisamos. La coctelera de iDKHOW se nutre de funk, pop sintetizado, espíritu extrovertido y carnalidad desaforada. En mitad de la pandemia, por fin, un disco para regalar a alguien a quien proponerle qué menos que una noche de farra. Porque las apelaciones al hedonismo y el carpe diem son incontables. From the gallows parece una cómica incursión de Queen en un cabaret de medio pelo. Y acontece antes de recalar en Clusterhug, donde las apelaciones a Freddie Mercury se formulan utilizando un tamiz muy similar al de sus máximos admiradores modernos. Es decir, Muse, cuyo influjo vuelve a dar la cara en Need you here o en el tema que da título al álbum.
En cuanto a Sugar pills, es una de las varias ocasiones en que el tándem muestra una irresistible sintonía con el universo de los Killers. Si a Brandon Flowers le queda algún ramalazo de envaramiento (aunque este año, gracias a Imploding the mirage, nos hemos casi reconciliado con él), es evidente que estos dos locuelos de Salt Lake City se lo curarían. Tienen Seaman y Weekes trabajo asegurado en festivales venideros. Y habrá que celebrarlo con una buena sudorina. Leave me alone, por ejemplo: pese a su título, será una baza coreadísima para brincar entre abrazos. Al tiempo.
Y lo de Razzmatazz , es un guiño a la maravillosa sala de Barcelona ? . La verdad suenan muy frescos , muy vacilones, muy bailables ….lo que necesitamos en estos tiempos de pandemia .
Gracias Fernando.
Al contrario: gracias a ti por escribir. No creo que estos chicos de Ohio sepan de la (maravillosa) sala barcelonesa. “Razzmatazz” es un término informal de difícil traducción. Así lo define el Cambridge Dictionary:
“noisy and noticeable activity, intended to attract attention”
Y, a título de ejemplo:
“The new car was launched with great razzmatazz: champagne, food, free gifts, and dancers”