En un mundo tan asquerosamente antipático como este con el que nos está tocando lidiar, alentado por el individualismo pedestre, la negación despiadada del prójimo, la vida acelerada hasta el espasmo y el auge de los fanáticos rampantes como dueños y señores del universo, el nuevo álbum de Steven Wilson supone un ejercicio de escapismo en toda regla y, como tal, nada ha de sustraernos a la tentación de abrazarlo. Tampoco la de sumergirnos en sus fantásticos 42 minutos de música planeante, intergaláctica y reivindicadora de las aquellas vibraciones fabulosas que nuestros padres o hermanos mayores conocieron medio siglo atrás cuando el rock sinfónico revoloteaba sin cesar por todas aquellas cabecitas inquietas.
Porque Wilson asume con orgullo, y como no hacía en lustros, su condición de progfather de la generación boomer (le contemplan 57 años, aunque nadie lo diría por su eterno aspecto de recién licenciado en alguna facultad de Ciencias Físicas) y entrega un álbum canónico para las normas más sacrosantas del género: sendas piezas únicas, extensas e ininterrumpidas en cada cara, de 23 y 18 minutos, concebidas en forma de suite y subdivididas en ocho y seis pasajes o movimientos, respectivamente. Con multitud de virajes rítmicos y melódicos, interludios instrumentales que ocupan largos paréntesis y esa intensa sensación de vértigo, trepidancia y sorpresa que encuentra acomodo en la boca del estómago cada vez que la música experimenta arrebatos o súbitos parones.
El cotizadísimo compositor y productor londinense siempre ha admitido que el progresivo formó parte de su “dieta cotidiana desde la cuna”, casi como parte de su ADN, y que tiene la sensación de haberse criado “en la marmita de Pink Floyd” durante los años más decisivos de la infancia, pero no han faltado las ocasiones en que ha querido rebelarse o sobreponerse a esa condición intrínseca: el ejercicio de pop sintetizado que desarrolló para The future bites (2021) es el ejemplo más palmario de ello, pero ya había coqueteado en 2008 con la herencia del post-punk (Insurgentes) e incluso su más reciente entrega, el monumental doble elepé The harmony codex (2023), no le hacía ascos ni a las enseñanzas de Depeche Mode ni a filias más insospechadas, desde Talk Talk a Nick Drake. En abierto contraste con todo ello, The overview es prog-rock con todas las letras y todas las consecuencias, a partir de las lecturas de Carl Sagan, de la concepción de nuestro planeta como “un puntito azul pálido” desde la inmensidad del espacio y la descripción del “Overview effect” como el trauma psicológico que algunos astronautas han experimentado al regresar a tierra firme tras una expedición espacial, con severos cambios de humor después de obtener esa “visión general” de un planeta que, desde dentro, percibimos como inabarcable y del que no nos podemos desprender.
Por decirlo de manera gráfica, los ocho fragmentos de Objects outlive us, la cara A, apuntan a la órbita de Close to the edge (Yes, 1972) de la misma manera que The overview, la cara B, evoca de manera evidente a The dark side of the moon (1973), la magna obra de Pink Floyd. Y no puede ser casual que The overview haya nacido justo cuando Wilson se encontraba inmerso en las remezclas Atmos de Close… y en las de Skylarking (1986), de XTC, a cuyo líder, Andy Partridge, ha terminado encomendando contra pronóstico las letras de toda la primera mitad del disco.
En definitiva, Steven Wilson se reivindica como quien siempre ha sido y, evidentemente, aún hoy es, y ese es un noble ejercicio de sinceridad que le honra y, a juzgar por los resultados, le avala como uno de los mejores creadores sinfónicos en toda la historia de la música popular. Los juegos vocales a la manera de Yes o Queen salpican The overview, igual que los guitarrazos a la manera de David Gilmour o las paradas y acelerones en los teclados de un Tony Banks. O los solemnes recitados de la cara B, cortesía de Rotem, mujer de Wilson, hasta llegar a un final tan apoteósico que parece un homenaje implícito a Rush, ahora que andan en la celebración de su medio siglo de existencia.
The overview refrendará a todos los detractores del prog en todas sus fobias, pero es un festín. Lo más Wilson de Wilson, que es decir mucho. Y una maravillosa experiencia evasiva, que buena falta nos hace.
Excelente reseña, dónde añadiría que aquí los solos de guitarra i de moog se nos presentan como más experimentales y tal vez innovadores que los referidos, es decir que incluso aquí reinventan esos clásicos que todos tenemos en la cabeza. Yo me quedo con el segundo tema, dónde esa sutil y elegante electrónica le confieren un valor añadido que valoro especialmente.
En cualquier caso un álbum corto que entra bien y que, sin duda, crece tras cada escucha.
De dónde eres? Nos vemos en el Tour? Te acabo de descubrir y realmente haces un trabajo excelente… ahora mismo estoy enganchado con el último de Loma, del cual has escrito otra excelente reseña.
Muchas gracias por tu trabajo!!
Joan Prat Alcaraz
Manresa (Barcelona)