Nunca una demora desmesurada en la publicación de un nuevo disco pudo justificarse después por la excelencia incuestionable o singularidad superlativa de sus contenidos. Disponemos de ejemplos múltiples a lo largo de los años, sin ir más lejos en el caso de 2023: tanto i/o como Hackney diamonds resultaron ser álbumes notabilísimos, pero ninguno de los dos permitía comprender por qué demonios Peter Gabriel o The Rolling Stones habían invertido 21 y 18 años, respectivamente, en incorporarlos a la línea sucesoria de su discografía. Pues bien, Songs of a lost world supone en este sentido una excepción clamorosa, acaso única, en toda la historia de la música popular.

 

El esperadísimo y eternamente demorado decimocuarto elepé en estudio de The Cure ya solo podía mover a la frustración y el escepticismo, en vista de que han terminado siendo 16 los años que lo separan de su hermano inmediatamente anterior, 4:13 dream (2008) y que ni esta obra ni sus predecesoras, The Cure (2004) o Bloodflowers (2000), habían dejado –para qué engañarnos– una honda huella en la memoria de los aficionados. Contra todo pronóstico, para solaz de propios y extraños y rearme anímico en la otoñal grisura de este mundo antipático y descarriado, Songs… resulta ser un disco sencillamente maravilloso. No ya lo mejor que podíamos esperar de un Robert Smith que anda inmerso en plenas tribulaciones existenciales, ahora que acaba de cumplir 65 años, sino entre lo más florido que ha sido capaz de redondear después de cuatro décadas y media de singladura intensa, sesuda y atormentada.

 

Smith tarda sus buenos tres minutos en abrir la boca durante el tema inaugural, Alone, y cuando lo hace es para proclamar, atribulado y compungido, una de las muchas frases que a lo largo del álbum parecen diseñadas para taladrarnos la materia gris: “Este es el final de cada canción que cantamos”. La conciencia sombría, la sombra del invierno de la vida, la conciencia de nuestra finitud o la tortura por los sueños que se nos desvanecen  son recursos argumentales que, de tan presentes, impregnan hasta los títulos mismos de los ocho cortes del elepé: “Nada dura para siempre”, “Canción de la guerra”, “Canción del final”, “Una cosa frágil”… Pero los sollozos de Smith son todavía más elocuentes cuando nos los confía como si nos conociéramos de toda la vida, con una cercanía y calidez que no apela tanto al ídolo como a ese ser humano que se nos muestra desnudo y a punto de ser abrasado, sereno pero vacío en lo más profundo de su interior.

 

Habíamos perdido la fe, es verdad, en este disco fantasmagórico que se fue anunciando durante años con un énfasis cada vez más inútil entre los descreídos; un elepé que parecía estar listo desde 2019, como muy tarde, y aún desde entonces se demoró en la sala de mezclas y la cabeza en torbellino de su firmante único, en música, letra, sufrimiento y espíritu. Es inevitable pensar en el tono trágico y taciturno que ya alimentaba Disintegration (1989), obra maestra incuestionable de la banda. Pero el hombre que se retorcía entonces entre las dudas acababa de cumplir 30 años y el que ahora solloza en End song (“Estoy fuera en la oscuridad preguntándome cómo me he hecho tan mayor. Todo se ha ido, nada queda de lo que amé (…): ni esperanzas, ni sueños ni un mundo al que no pertenezco”) aborda la teórica edad de jubilación con la ineludible congoja de quien ya le está viendo las orejas al lobo.

 

Esos más de 10 minutos finales a través de Love song –solemne, parsimoniosa, trágica, supurante– son uno de los episodios claves en esta obra trascendente, en todas las acepciones. Como sin duda lo son la mencionada Alone, guiada por patrones parejos, y la sensacional A fragile thing, lo único parecido a un single en todo el álbum y no ya lo mejor del disco, sino entre las cuatro o cinco páginas capitales en toda la obra de Smith, con ese piano tensionado y un estribillo que se alarga en un éxtasis majestuoso. Songs… es un álbum que huye de los estallidos pero está repleto de matices y argumentos musicales a espuertas: al tradicional pulso enfático del eterno Simon Gallup al bajo y la muy imaginativa batería de Jason Cooper se unen los arreglos de cuerdas entre guitarras para And nothing is forever, el aire de emocionante banda sonora para All I ever am (con una improbable intersección de texturas entre la Kate Bush de Hounds of love y el Beat it de Michael Jackson) o el inquietante aire machacón, industrial y febril en Drone: no drone.

 

Todo es, en fin, tan bueno que cuesta creerlo. Pero ha sucedido y a fin está ya aquí. Reclamando su pequeño lugar en la historia.

17 Replies to “The Cure: “Songs of a lost world” (2024)”

  1. Majestuoso, te va atrapando capa a capa, no tienes que tú buscar el qué (The Cure, 4:15Dream), es el álbum el que te invade (Pornography, Disintegration, Wish), que es lo que sucede con las obras maestras.

  2. Un soplo de aire fresco (curioso el oxímoron de que algo tan denso y de proporciones cercanas al agobio sensorial y sónico resulte fresco, pero así es) en el mediocre nivel en el que se mueve la escena musical en esta tercera década del SXXI. 16 años no son nada cuando el regalo es tan mayúsculo, tan superlativo y es que cada uno de los 8 temas, con sus maravillosas intros instrumentales que te preparan para lo que está por venir, te sumergen en un universo de oscura melodía que te transporta a lugares de estimulación de los sentidos que solo aquellos tocados por la genialidad, y Smith hace lustros y lustros que lo ha demostrado sobras, lo tienen a su alcance.

    Para un servidor, fan acérrimo de Wish y Disintegration, pero también receptivo a buenas obras como Bloodflowers o el injustamente infravalorado y maravilloso The Cure, es la simple constatación de que estamos ante el, quizás, epílogo de la carrera de una de las bandas mas importantes del último medio siglo, pero, pardiez, que forma más majestuosa de terminar una carrera si, como parece entreverse subliminalmente, estamos ante una despedida.

    Gran reseña, Fernando, me transportado a todo lo que he sentido estos días escuchando este discarral.

  3. Estoy un poco en estado de shock. Me considero fan del grupo desde muy pequeño pero hacía años, desde Wish, que había perdido toda esperanza. Escuchar las canciones de siempre era mi consuelo.
    Dudé en escuchar este nuevo disco, pero lo hice… alone me gustó, por fin algo diferente en este mundo musical tan repetitivo. Me devolvía a mi juventud pero con un toque muy actual. La letra también profunda y bien enhebrada. La segunda cación que escuché fue A fragile thing y ya me quedé totalmente pillado, no podía ser real: The Cure había vuelto… el resto de canciones no bajaban el nivel y cuando uno llega a Endsong ya estás totalmente rendido y te dejas llevar a un mundo perdido y a la vez tan cercano como es el más allá… 10 minutos colosales.
    Muchas gracias por tu reseña.

  4. Buena crítica,llevo un par de escuchas y son los cure q suenan a algo grande, para gustos colores pero ” Bloodflowers” es grandioso, ojalá llegue a este listón

  5. Atmosférico, sombrío, desgarrador, es el “Disintegration” de este milenio. Lo de la voz de Robert con su edad es simplemente alucinante y el inconmensurable Simón Gallup uno de los mejores bajistas de la historia sin duda. Warsong me hipnotizó desde el primer momento y Endsong pone los pelos de punta.

  6. Me parece un álbum muy bueno excepto una canción que la escucho como material de relleno y no voy a nombrarla para no condicionar a nadie. Muy buena crítica, como siempre. Muchas gracias!!!

  7. Siempre dando en el clavo, Fernando. De todo lo que se ha escrito sobre este disco en la última semana, “Es tan bueno que cuesta creerlo” para mí es la sentencia que mejor lo define. Un abrazo.

  8. Gran reseña, el álbum es una obra maestra. Para los ‘ Divisions ‘ como Yo, los cuales por un tema de edad nunca pudimos ver y sentir a Ian Curtis con Joy Division en directo. Robert Smith y The Cure son nuestros ‘numeros dos’ de la historia dicho con el máximo cariño y respeto. Eso es lo que le dejé anotado cuando le regalé mi humilde libro con la portada y contraportada dedicada a Ian Curtis y Joy Division. Sentir a The Cure con vida es el único bálsamo reparador postpunk existente cuando en el cuello llevas una cadena con la cruz de Ian Curtis y Joy Division.
    Enhorabuena.

  9. Desde Wish no me ha gustado ningún disco de ellos y hasta wish me consideraba fan. Tengo reparos a escuchar este disco pero me has convencido y me pondré a ello esta semana. Gracias

  10. Lo acabo de escuchar y realmente me sorprendió para bien. No esperaba material tan de alta calidad. Muy recomendable para los que amamos la música de The Cure y es verdad está a la altura de los 5 grandes albums de The Cure: Faith, Bloodflowers, Wish, The head on the door y el mítico Desintegration

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