No, nadie esperaba con especial ansiedad, ni expectativas, un álbum de repertorio inédito de The Who. Han transcurrido 13 años desde su inopinado regreso de 2006, Endless wire, un título más aparente que memorable; y nada menos que 37 si nos remontamos a los tiempos de It’s hard, una despedida antes de la disolución que, para ser sinceros, bien podrían haberse ahorrado. Roger Daltrey y Pete Townshend se han reivindicado en estos últimos tiempos con giras rentables pero muy dignas; álbumes en solitario o al alimón tan gratos como escasos de calado en el caso del primero; unas memorias algo escabrosas y fantásticas si nos referimos al segundo. Y en esas, de pronto, un nuevo álbum de The Who que, además, apela a la sencillez del título prácticamente homónimo: como si nos encontráramos ante un par de chavalitos que se adentran por vez primera en un estudio de grabación. Who incluye 11 canciones (o 14, si optamos por la edición extendida: los tres extras cuentan con la voz de Pete) que sorprenden y desconciertan, en ocasiones mucho. Sorprenden por sólidas, a veces espléndidas. I don’t wanna get wise conserva esa mecha instantánea con la que reverdecen las viejas sensaciones, esa capacidad para que voz y guitarra eléctrica confluyan y nos enardezcan. Ball and chain aporta compromiso sociopolítico, con Guantánamo a vueltas, y tanto Detour como All this music must fade (con esa primera frase demoledora: “Sé que vas a odiar esta canción”) hacen bueno aquello de tener y retener. Son los primeros cuatro cortes de la entrega, lo que podríamos esperar de un (buen) disco de los Who para los estándares de dos caballeros septuagenarios. Pero, en esas, los viejos amigos deciden que a estas alturas pueden dirigir la mirada allá donde les sugieran sus reales ganas. La sorpresa es monumental en el caso de I’ll be back, un tema excelente, a medio camino entre el soul, Steely Dan y una armónica a lo Stevie Wonder, que puede chirriar entre no pocos de los seguidores clásicos de la banda. O con Break the news, que comienza como un sencillo himno veraniego para posadolescentes y deriva en una segunda parte muy adulta y nostálgica, como del último McCartney. Hablamos, a fin de cuentas, de tres de los últimos grandes supervivientes de los primeros años cuarenta: una generación gloriosa, una especie dolorosamente en extinción. Y qué decir del maravilloso final con She rocked my world, marcado por la guitarra acústica y el ambiente crepuscular. La voz de Daltrey no conserva su inmenso rango de juventud, pero ha ampliado el grano, el poso, la sapiencia. Y es muy bello asistir a esta (probable) despedida serena y hermosa. Reconciliada en la amistad y con la vida. Todo un ejemplo.
La verdad, para los que tenemos cierta edad y los seguimos desde mediados de la década de los 60 y nos emocionamos con Tommy y Quadrophenia ha sido un chute de energía y vida este nuevo disco. Por cierto has olvidado citar la portada del magnifico Peter Blake.