Hay muchas familias disfuncionales y émulos de aquellos célebres Abel y Caín, y no hay que estrujarse mucho las meninges para pensar en los Gallagher o los Davies si queremos trasladar riñas, afrentas y virulentos encontronazos a las grandes páginas históricas de la música popular. Pero la concordia, por fortuna, aún es posible en el territorio de la consanguinidad, y el trabajo compartido de estos tres chavales, dos varones mellizos y su hermana pequeña, los convierte en un ejemplo adorable de química fraternal. Los neoyorquinos Daniel (bajo), David (batería) y Julia Bailen (guitarra) son así: tres jóvenes precoces, casi niños prodigio, en un hogar con fuertes inclinaciones artísticas y con la capacidad para empastar sus voces en torno a su escritura preciosista y esmerada.

 

Les descubrimos hace cuatro temporadas con Thrilled to be here (2019), un primor de vocación mayormente acústica al que no le faltaban guiños al pop-folk más pastoral de Crosby, Stills & Nash o a unos Fleetwood Mac en modo sosegado en torno a 1975. Ahora anhelan hacerse más fuertes, vibrantes y enfáticos, sin perder un gusto impoluto por las grandes armonías vocales (escuchen a los tres en Shadows, una golosina a la altura de las mejores First Aid Kit). Esa vocación acústica, intimista y pausada pervive en Relic o BRCA (Nothing takes me down), pero esta vez convive con otras ambiciones y referencias, desde Dixie Chicks (ahora ya solo The Chicks) a, claro está, las Haim, puesto que de tripletas de hermanos va la cosa.

 

Los Bailen cuentan con todo el bagaje curricular del mundo, porque le dan a todo y en casi todo acreditan una solvencia irrefutable. Por eso resulta tan natural que  ambicionen ahora un mayor perímetro de alcance para su discurso, y, desde luego, no hay nada de malo en ello si las hechuras siguen superando con holgura todos los controles de calidad. El enérgico ritmo de bajo orgulloso y aplastante de Call it like it is nos coloca en la órbita de Taylor Swift (la de Midnights; es decir, sin el filtro de Aaron Dessner) y las grandes producciones de pop contemporáneo y directo al mentón, una impresión que refrenda Change your mind con un sesgo un poco más electrónico. O Hiding, un medio tiempo que acaba cogiendo cuerpo a partir de la entrada de la batería y en la que podemos incluso barruntar una herencia fraternal añadida, la de los mejores momentos (no discotequeros) de los Bee Gees.

 

Y nos queda aún por anotar, claro, la adictiva, instantánea y encantadora Here we are again, uno de esos monumentos de canción a los que es difícil encontrarle un pero. No se empeñen en buscarlo: disfruten y déjense llevar por estos hermanitos sin mácula.

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