Casi a la manera de los valores refugio en tiempos de turbulencias para los mercados financieros, las divinas hermanas Klara y Johanna Söderberg garantizan sin apenas margen de error un remanso de belleza y clarividencia cada vez que hacen confluir sus voces, ¡prodigiosas!, frente a la luz roja de un estudio de grabación. Palomino se ha hecho esperar casi cinco años desde Ruins, que ya era sencillamente maravilloso, pero cuesta encontrarle un pero. No se nos ocurren ahora mismo dos voces femeninas tan soberanamente bien empastadas (o hermanadas, puestos a jugar con la polisemia), pero siempre al servicio de una escritura luminosa y tan vibrante como a la vez serena. Y en ese equilibrio de fuerzas, sensaciones y sentimientos radica el fulgor que transmite este disco clásico pero a la par tierno y apegado a su tiempo. Tan vigoroso y tan rejuvenecedor, pero siempre desde el respeto a las enseñanzas de sus mayores, que las suecas asumen como sacrosantas.

 

El magisterio de Emmylou Harris siempre estará presente en las gargantas de las Söderberg, igual que su capacidad para hacernos imaginar cómo sonaría una versión femenina de los Everly Brothers en pleno siglo XXI. Pero a partir de ahí habremos de subrayar la capacidad pasmosa para esas melodías pletóricas que nos estallan en los tímpanos con una eclosión parecida a la de los chicles rellenos cuando les hincamos el diente y nos inundan el paladar. Johanna y Klara son particularmente hábiles en ese tipo de canciones que comienzan sosegadas y se desbocan con estribillos al galope, y los dos temas inaugurales, Out of my headAngel, sirven como ejemplos impecables al respecto (la imagen de portada, casualidad o no, muestra a las hermanas al pie de sendos caballos).

 

A partir de ahí, las plantillas de escritura son exuberantes. Más aún cuando irrumpen las cuerdas para colorear aún más el paisaje, como en Nobody knows. O cuando el bajo se vuelve sesentero y juguetón, como salido del cuartel general de la Motown, y aporta lustre a dos de las grandes joyas de la corona, A feeling that never came y Fallen snow. Puede que nuestras amigas no le hubieran cantado nunca tan abiertamente al amor como en Turning onto you, con un estilo franco y directo que remite incluso a Tom Petty. Y es casi seguro que Palomino no brillaría con ese pálpito tan espontáneo y liberador de no haber mediado la pesadilla de la pandemia, así que brindemos con las Söderberg por la efusividad de este gozoso reencuentro.

 

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