Clem Snide es una de esas bandas de vocación humilde, pequeña, introspectiva, pero lo bastante brillante como para que solo sean capaces de rubricar álbumes muy grandes. Su actitud está tan alejada de la grandilocuencia que podemos no reparar en circunstancias dolorosas; por ejemplo, que acabásemos de cumplir una década completa sin una sola publicación oficial bajo su rúbrica, aunque ha habido alguna grabación digital entre tanto. Y en esas, con este nuevo elepé bajo el brazo, caemos en la cuenta de que seguimos necesitando –mucho– la música de Eez Barzelay, un hombre de garganta tímida y temblorosa capaz de edificar, con poco más que su guitarra, un puñado de canciones irrefutables y rematadamente necesarias.

 

Sucede con Forever just beyond que no podemos dejar de recurrir a su cobijo, incluso a pesar de su portada horrorosa. Acontece que no hay un solo corte malo en estos 11 retratos de almas que se hacen jirones y corazones afectos por intensas e incontrolables hemorragias. Y finalmente resulta que, llegados al octavo corte, The true shape of your heart, comprendemos que ya nada será igual en lo que nos quede del día. Nos encontramos, por evitar los rodeos, ante una de las canciones más rematadamente bellas y conmovedoras de este 2020.

 

Así se las gasta Barzelay, un trovador de origen israelí refugiado para la ocasión en una granja de Carolina del Norte con Scott Avett (The Avett Brothers) como gran aliado de este regreso, autor o coautor en cuatro de los 11 títulos y responsable último de un sonido austero, pero cálido y primoroso. Llegaba Eez a este capítulo con el carburante anímico en la reserva, atormentado por un divorcio, las apreturas económicas, el sinsabor de la edad adulta e irreversible. La respuesta ha sido esta catarsis curativa a partir de guitarras acústicas, violines, mandolinas y voces que siempre parecen frágiles, al borde de la extinción.

 

Hacía mucho que la vulnerabilidad masculina no arrojaba resultados tan emocionantes. The true shape…, que incluso incorpora un sutil arreglo final de cuerdas, es la cúspide indiscutible, pero nada en estos 43 minutos es irrelevante. Desde la inicial Roger Ebert, lo más británico del lote (¿no parece escrita por David Gray?), los argumentos son muy poderosos. La melodía lánguida e intrigante del tema central, la súbita riqueza de Sorry Charlie (ese saxo, de pronto), los aullidos folkies para los coros de Easy. El ideario es el compartido por Jeff Tweedy, Father John Misty, hasta puede que Ron Sexsmith: la primera división del country-folk norteamericano. No nos acordábamos bien de Clem Snide y de pronto nos reencontramos con un tesoro innegable.

 

Sorry Charlie irrupción saxo

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