A Dylan LeBlanc le adjudicaron casi desde el primer día la etiqueta de “nuevo Neil Young” y Coyote, su ya quinta entrega discográfica, no aporta un solo motivo para desmentirla. Ojalá que todos los sambenitos fueran siempre así, porque en cualquier caso el cándido y atribulado trovador angelino hace esta vez entrega de un álbum lindísimo, entre la tersura y el temblor emocionado, entre la belleza revestida con mantos de cuerdas y esa nostalgia irrefrenable que provoca tanto recogimiento y sosiego. Coyote se erige así en un monumento a la sensibilidad masculina, a la entrega sin sobredosis de testosterona, a la mejor actualización posible del lenguaje del country-rock justo ahora que acabamos de conmemorar el medio siglo transcurrido desde que el mundo se quedó para siempre sin Gram Parsons.
El coyote herido y asaeteado de la portada, que se mantiene en pie y con la mirada al frente pese al escozor de las heridas, sirve como metáfora explícita e indisimulada al propio Leblanc, que también ha conocido vaivenes, turbulencias y un número desaforado de horas en la carretera antes de alcanzar el equilibrio presente, a los treinta y pocos, emparejado y con una cría de corta edad de la que acordarse cuando los ánimos se tambaleen. Todo ello contribuye a la sensibilidad equilibrada que cruza toda la colección, con Dylan en la órbita de un Neil Young en clave acústica y reconciliada con el mundo, abundantes medios tiempos y algunos momentos, como Dust, en los que todo encaja: la melodía hermosa, una voz conmovedora y conmovida, el galopar tenue de las escobillas y el cuarteto de cuerdas estirando los arcos para regalarnos unas memorables caricias.
Las conexiones estilísticas con el de Toronto se prolongan al apostolado de Crosby, Stills & Nash cuando LeBlanc hace hincapié en las armonías vocales, como en el caso de Dark waters, pero el exquisito intimismo y la sinceridad irrenunciable que recorren estas 13 canciones entroncan todavía más con otras luminarias recientes del americana, desde Father John Misty a Ryley Walker. LeBlanc, todo entrega, no se achanta a la hora de exponer sus fragilidades (Forgotten things) o la dificultad absorta para comprender un mundo casi nunca acogedor (Stranger things). Y sí, no lo duden: la tristeza le sienta muy bien.
El suyo es un sollozo muy cercano en forma, timbre y hechuras al de otros hombres empapados en esa belleza quebradiza tan alejada ya de las bravuconadas y la masculinidad tóxica. Pensamos en trovadores como Ray LaMontagne, tan soberbios y atribulados como aquí Dylan LeBlanc. Nuestro protagonista ni siquiera se desencaja a la hora de abordar Hate, donde la guitarra pasa de acústica y eléctrica, sube mucho el volumen y hasta se permite un solo final, pero sin perder el norte de un equilibrio sereno. Las grabaciones, qué menos, transcurrieron en los míticos estudios Muscle Shoals, en Alabama. He aquí un disco profundamente alejado de los aspavientos propios de nuestros días; un álbum, en consecuencia, llamado a convertirse por siempre en atemporal.
Lo he visto en Zaragoza en la sala Rock and blues y quedé impresionado por su gran sensibilidad muchos corrimos a comprar su coyote herido que esa noche mágica donde sin duda salió sanado….Muy grande así como su padre al que comente su parecido con el bajista de los Fleetwoc Mac, incluso su hijo tenía mucho de Lindsey Buckingham, en la composición ,la voz y su genial maestría con la guitarra….sin duda un gran descubrimiento….
Qué interesantes todas esas impresiones, qué bien tener noticias tan de primera mano. Gracias por escribir.
Gracias a ti por descubrir grandes discos, intentaré seguirte más fielmente, a parte de tus comentarios en la Ser👍
Muy buena crítica. Es un discazo pero los anteriores no se quedan atrás. Es un genio y puede que no tengamos la oportunidad de volver a verle tan de cerca. Si la industria fuese racional es carne de Grammy pero claro, a él con su timidez, puede que le importe un carajo. Vayan a verle, no se arrepentirán.
No se da demasiada importancia a sí mismo, en efecto, pero es magnífico. Y este disco, sin desmerecer los anteriores, más aún 🙂
Estuve viéndolo en la Rock and blue de Zaragoza y era un estado próximo al lagrimeo que provocaba una felicidad indescriptible… Rápido corrimos varios a comprar su coyote…de las mejores conciertos y una voz única
Nunca le había escuchado, siguiendo tu recomendación, me he empapado a fondo y me gusta bastante.
En cada canción tiene ese toque de sensibilidad incluso con las guitarras eléctricas.
Casualmente viene esta semana en concierto. Pues no me lo pierdo.
Muchísimas gracias, por este nuevo descubrimiento.
Me encanta tu página, cada día la consulto.
No lo,dejes nunca.
Gracias por la lectura y por los ánimos, Aurora. Así da gusto 🙂