Es imposible contabilizar a Huey Lewis y sus The News entre las grandes bandas de la historia del rock yanqui, de acuerdo. Sobre todo, porque la competencia es feroz y no sería sensato bajar el listón en demasía: hay grandes bocados de alta cocina que llevarnos a la boca. Pero admitiendo incluso este veredicto de partida, también resulta poco probable no tenerle simpatía a nuestro simpático y sonriente hombre del tupé, un tipo que se propuso convencernos sobre las bondades de la vida americana y acabó persuadiéndonos con creces. Y nunca esa visión afable, cotidiana, divertida y expansiva, pero sin incordios para el prójimo, resultó tan afortunada como con este Sports. Uno de esos discos que llevamos lustros sin escuchar, pero del que nos acordamos al dedillo en cuanto regresa a la bandeja del lector. Y que logró una popularidad descomunal en su día, aunque hoy le guardemos un hueco solo testimonial en nuestras oraciones.

 

Lewis ya había registrado un par de álbumes muy apañados para dar la bienvenida a la nueva década (su homónimo debut de 1980 y Picture this, en 1982) cuando dedicó sus mejores esfuerzos a crear un lote de canciones inmaculadas, brillantes, instantáneas. Pegadizas, pero no por ello recurrentes. Ni siquiera arquetípicas. Orilladas las tentaciones new wave que habían aflorado, aquí y allá, durante los comienzos, el objetivo era más nítido que nunca: rock patrio para todos los públicos, de producción prístina (Sports sigue sonando muy bien, a diferencia de tantas entregas de la época), con guitarras chisporroteantes pero sin estridencias y estribillos que nos acompañasen hasta el fin del mundo.

 

The heart of rock & roll es un canon en todos esos parámetros: incluso en su título, en su ánimo de convertir el rocanrol en un lenguaje quintaesencial, además de inofensivo. Pero el acierto en el centro de la diana llegaría con I want a new drug, con su patrón rítmico demoleador; y más aún, cuando a los pocos meses Los cafazantasmas incurrieron en un plagio descarado para su tema central, Ghostbusters. Lewis no solo ganó mucho dinero en los tribunales; también se granjeó un indudable prestigio.

 

No hacía falta apelar al rock a medio desmelenar. Heart and soul ahondaba en las posibilidades infinitas del medio tiempo, y hasta al viejo Hank Williams se le brindaba un homenaje con una lectura simpática de Honky tonk blues. Huey no nos cambió la vida a nadie, pero siempre nos quedaron ganas de guiñarle el ojo como a un viejo amigo.

 

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *