Estamos necesitados de discos sustanciosos, ya se ha dicho en alguna ocasión. Y este lo es. Mucho. Dura poco más de media hora, como empieza a ser habitual en su firmante, y entra como una flecha desde la primera escucha, pero descubrir todo el minucioso entramado de sonidos, segundas y terceras voces, chiribitas y demás destellos de genio lúcido puede constituir una experiencia absolutamente adictiva.
Las primeras escuchas privadas de Fuego artificial acontecieron allá por febrero, y entonces ya se perfilaba como una obra excitante. Ahora, con el disco desembarcado en las tiendas desde hoy mismo, solo entran tentaciones de reincidencia. Descubrimos a Jacobo Serra de pura casualidad en enero de 2011 como telonero de un grupo en el Búho Real, un rango ciertamente humilde. No sabíamos una sola palabra de él, pero invitaba a que al espectador se le dibujara un rostro atónito. Cantaba en un inglés impoluto y envidiable, y escribía con la soltura de un cantautor yanqui experimentado, se llamara Amos Lee, Jesse Harris o Josh Rouse.
Seis años más tarde, este muchacho de Albacete ha dado un estirón. Él pensaba que el castellano le sonaría poco natural, pero es muy evidente que no estaba en lo cierto. Y sus referencias ya no son solo Rufus Wainwright o los Beatles, aunque debajo de la rutilante producción de Juanma Latorre aún se perciba el aliento de Nick Drake (las versiones acústicas de estos diez temas son maravillosísimas). Ahora también asoman Fleetwood Mac, Phoenix, la Motown, Glass Animals.
Solo hay dos pequeños detalles que no acaban de convencernos en este álbum. Uno, el título: las connotaciones del término “artificial” son contraproducentes, porque esto es un auténtico estallido de talento en canal. Y dos, el tema 4 am, que más parece un divertimento medio funk muy inferior al resto del repertorio. Las otras nueve piezas son, uf, deliciosas. En muchas ocasiones, memorables. La brecha, arrolladora; Vacaciones en el mar, adorable; Mientras estés ahí, emocionante. Al final era cierto: estamos ante un acontecimiento para nuestra cantera melómana.