La música tradicional de tierras ibéricas sigue ofreciéndonos algunos frutos deliciosos, aunque muchos observadores pretendidamente modernos no quieran darse por enterados. Juan José Robles (Alhama de Murcia, 1970) es un personaje consagrado en el sector ya desde su etapa en Malvariche o Mujeres con Raíz, pero este In-quietud que ahora nos ocupa constituye solo su segunda entrega con firma propia, y sería casi un fracaso colectivo que no trascendiera. Sobre todo porque Robles, folclorista muy documentado, se ha atrevido a componer casi todo lo que escuchamos aquí, y aunque la herencia folk resulte evidente, también salta al oído la vocación difusora, la frescura, el gusto por un sonido nítido, detallista y hermoso. Juanjo despliega su arsenal de instrumentos cordófonos (laúd, mandolina y guitarras, sobre todo, pero también buzuki, octavilla o bandurria) e impregna todo de mediterraneidad, desde Feria a La nana chica. La aproximación al flamenco llega con una Malagueña a la que Carles Dènia presta su voz, mientras que en la otra incursión vocal, Las cosas que no se dicen, es Mari Carmen Cayuela quien canta un excelente poema de Javier Andreo (“Y es que el silencio provoca / muertes antes de nacer / Quizá soy el primer pez / que no muere por la boca”). Nuestros también imprescindibles Fetén Fetén se apuntan a Polka ibérica, otro tema de composición propia e inspiración ancestral que constituye una fiesta en toda regla; aunque puede que la melodía más perfecta y atinada de Robles sea Rincón del tío Atilano, la que precisa de unos arreglos más sucintos. En general, nuestro protagonista murciano derrocha un preciosismo y una elegancia que sirven como antídoto frente a esas inquietudes mundanas (y contemporáneas) a las que seguramente se refiera el título. Porque todo aquí, empezando por la preciosa portada, es sinónimo de finura. De gusto sabio y exquisito.

 

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