Puestos a evadirnos y olvidarnos de todo, que sea con los mejores argumentos. Y los de Jungle son poderosísimos.

 

En efecto, esto es un ejercicio de evasión. Reprobable, si se quiere. Necesario, puestos a sincerarnos. En un momento en el que todo parece tambalearse y resulta complejo conservar la fe en ninguno de los sujetos fundamentales –el ser humano, la concordia, el porvenir–, hemos de preservar al menos el derecho a la amnesia momentánea y selectiva. Olvidar para sobrevivir. Divertirnos para porfiar en los objetivos del entendimiento entre iguales, la afabilidad, la comprensión de las prioridades ajenas.

 

Parece sencillo, pero resulta no serlo en absoluto. Y Volcano, al menos, se propone tender puentes. Es trepidante, disfrutable, sofisticado y juguetón. Y supone un paréntesis frente al fatigoso trajín de la vida cotidiana. Aquí hay baile a raudales, a la manera de como nos lo procurarían nuestros tíos y primos mayores en plena década de los ochenta. Pero también hay un despliegue de coros mayestáticos y teclados ampulosos, los mismos que en I’ve been in love nos remiten a aquellos tiempos en los que no encontrábamos argumentos para la tortura interior y todo parecía mucho más sencillo.

 

Pensamos en la década de los ochenta, pero Back on 74 nos retrotrae bastante más lejos todavía, allí donde el soul hedonista era el que marcaba las pautas de comportamiento. Igual que Good at breaking hearts, adorable. Y Volcano atesora mucho de eso, del espíritu juguetón y desprejuiciado con el que décadas atrás nos blindábamos frente a las adversidades. De ahí las voces en falsete y el empeño por la evasión. Porque todo seguirá marchando bien mientras no nos falten sólidos argumentos para la sacudida tenue de las caderas.

 

Así se las gastan, en efecto, los productores y hechiceros digitales Josh Lloyd-Watson y Tom McFarland, dos viejos amigos de la infancia a los que nos les amedrentan ni las filigranas de producción (You aint’ no celebrity) ni la velocidad que pueda adquirir el metrónomo (Coming back). El objetivo es otro, el de la fiesta y la evasión. Cuando comenzaron con esta máquina de arquitecturas danzables, allá por 2014, su homólogo primer álbum se hizo hueco entre los finalistas del Mercury. No era ni una casualidad ni una carambola. Casi una década más tarde, la cuarta entrega bajo los dictados de la jungla vuelve a optar al premio británico de la crítica. Y estas cosas no suceden por mera carambola.

 

Más allá de las alusiones viejunas, casi todo Volcano y algunos episodios en concreto (Don’t play) nos colocan en la vanguardia del baile. Es buen momento para viajar con la imaginación hasta bastante miles de kilómetros más allá de donde nos encontramos. Y en ese empeño por la escapada, nada mejor que Jungle como banda sonora.

 

 

ps.- Jungle visita España los días viernes 27 de octubre (Barcelona) y sábado 28 de octubre (Madrid)

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