Nada encaja en el tópico, la lógica, la predecibilidad o (más bien) el prejuicio en este disco, cuya protagonista no se corresponde por género, adscripción geográfica o fecha de nacimiento con nada de lo que podríamos imaginar de antemano. La gaditana Alba Blanco es una chavala de 28 años sobre la que podríamos presuponer cualquier cosa distinta a lo que finalmente propone, y además con extraordinario buen tino: una descarga trepidante de rocanrol de vieja –o viejísima– escuela y de rockabilly impregnado de ese mismo aroma que le habría imprimido cualquier pionero nacido en la mitad sur de los Estados Unidos. Para que vean que eso de la ausencia de fronteras, límites y condicionantes en muy real en esta generación que no tiene un miligramo de ágrafa ni de necesariamente reguetonera.

 

Lo mejor de todo es esa actitud desafiante de nuestro fiero espécimen canino, en especial ante la sospecha evidente de que no es impostada. La Perra muestra los incisivos bien afilados y termina hincándolos hasta la raíz en un repertorio cuya autoría asume íntegramente a lo largo de esta docena de cortes desaforados, corajudos y sudorosos. También resilientes y alérgicos a las medias tintas, como demuestra el soberbio corte inicial, acaso el mejor de la colección: Treat me (like a man should) es una llamada de atención en toda regla, un alegato de orgullo y feminismo frente a cualquier muchachito de medio pelo y un arrebato de músculo y rabia en el que el órgano Hammond de Nelo Alfonso –la gran aportación de sal y pimienta en esta receta– aúlla como si la vida le fuera en ello.

 

Puede parecer sencillo, porque Blanco se ajusta a los cánones y no pretende inventar nada, pero esta confluencia de talento y de talante escapa con mucho de la norma. Alba no deja un ápice de espacio al conformismo, se entrega al amor haciendo frente a todos sus variados filos y peligros (Dream about, So blue and so bad y Don’t break my heart ejercen casi como una trilogía sobre el deseo, la frustración y el anhelo) y exhibe el suficiente cuajo y amor propio como para imprimir en portada un mensaje sin pliegues ni medias tintas. Por si no lo leen con nitidez, ahí va: “Ella siempre estuvo destinada a ser la mejor. Preparaos para conocer a… La Perra Blanco”. Y quien no quiera comulgar con el desafío, que se apee.

 

Así las cosas, solo tipos legítimos y curtidos como Carlos Tarque (M-Clan), que casi dobla en edad a nuestra protagonista, puede sostenerle la mirada y embarcarse en otro momentazo, ese Came back home que retrata esos regresos en los que nada permanece como pensábamos que lo habíamos dejado en el momento de nuestra marcha. En este 2024 en el que celebramos la septuagésima fiesta de cumpleaños del rocanrol y las pantallas de los cines hacen hueco a un enorme retrato documental sobre un pionero como Little Richard (I am everything), el legítimo compromiso retro de esta Perra de La Línea de la Concepción representa una sorpresa gratísima. La antecedían un disco de larga duración y dos epés, y en un ejercicio de estilo tan sujeto a la vieja escuela se deslizan algunos clichés y unas cuantas redundancias, pero Alba dispone de voz, temperamento y –muy importante– excelencia guitarrística para seguir creciendo y también evolucionando.

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