Nadie espera un disco endeble de Madeleine Peyroux (Athens, Georgia, 1974), porque después de dos décadas y siete álbumes apuntalando una trayectoria finísima nunca se ha vislumbrado, ni de lejos, tal circunstancia. Pero pocos aguardarían un trabajo como Anthem, el número ocho de la lista y, a buen seguro, el más apartado de los parámetros jazzísticos en toda la colección.
Se nota mucho la mano del productor Larry Klein, el que fuera marido de Joni Mitchell entre 1982 y 1994 y responsable de los álbumes que la divina canadiense manufacturó en aquel periodo (entre ellos, el fabuloso Dog eat dog). Klein, que también anduvo detrás de grandes referentes de la época, desde So (Peter Gabriel, 1986) al debut homónimo en solitario de Robbie Robertson (1987), es el mago del eclecticismo y dueño de un sonido refinado y ampuloso, clásico pero atemporal y no exento de ambición. Y estas doce piezas lo refrendan, empezando por la adictiva y elegantísima On my own, una canción con la que cualquier gran contador de historias se sentiría orgulloso de abrir un álbum.
Anthem toma su título del himno de Leonard Cohen, aquí recreado con un respeto contenido: al inolvidable bardo canadiense está dedicado, en realidad, todo el álbum. Pero no hay, por lo general, tanta gravedad ni porte solemne en un trabajo con holgado margen para que entre el sol (On a Sunday afternoon, con su motivo de armónica; la irresistible sabrosura tropical de Honey party), la elegancia heredada de Steely Dan asome en The brand new deal y la desmitificación de nuestros héroes invite a la sonrisa con All my heroes. Por si faltara algún argumento, pásense a The ghosts of tomorrow, con su aire de bella derrota taciturna, y pídanle a su camarero de confianza un trago más.