Digámoslo de manera gráfica. En tres letras, este álbum quintaesencia un concepto básico, universal y siempre reivindicable: pop. Y ahora ensayemos la definición figurada. Romantic images es el disco que nuestra Zahara habría grabado si abandonase Malasaña por el Medio Oeste. Molly Burch se lanza en plancha a cantarle al amor, aunque lo suyo termina siendo una muy apropiada invitación a la autoestima, a tenernos en mejor consideración a nosotros mismos antes de obsesionarnos en la búsqueda de una improbable media naranja. Romantic… se erige así en un antídoto contra la congoja de la covid y el retraimiento de la vida confinada. Mejor el bailoteo que la introspección, viene a decirnos, en un delicioso ejercicio de escapismo que durante 33 minutos nos hace soñar con una existencia despampanante.

 

Bunch había irrumpido hace apenas cuatro años (Please be mine, 2017) como una musa del indie con gusto retro, pero su aire circunspecto inicial no tardó en volverse progresivamente luminoso (First flower, 2018) y hasta entrañable, con un The Molly Burch Christmas album que, a diferencia de lo que sucede con casi todos los discos navideños, incluía material de autoría propia e interés más allá de la hoja decembrina del calendario. Pero Romantic images sirve como evidente paso al frente de esta angelina de 30 añosa la que habíamos dejado asentada en Austin (Texas) pero ahora se nos ha recluido en Denver.

 

Estas 10 canciones parecen el resultado de situarnos no más allá de 1984 e imaginar que Kate Bush va a hacer noche bajo la bola de espejos de una discoteca. Burch solo concibe los sintetizadores como acompañantes a los que conceder confianza plena, hace de las cajas de ritmo un complemento con el que simpatizar y relega las guitarras a la condición de anécdota: unos pocos dibujos en la balada de despedida, Back in time, y ya.

 

El resto es el resultado de una feliz coincidencia. Molly andaba de gira con Tennis, el dúo de pop etéreo, cuando sobrevino la catástrofe, y optó por encerrarse con ellos en su cuartel general de Colorado para pasar el mal trago de la pandemia. Sin ese afán lúdico y escapista no se comprenderían píldoras tan vigorizantes como Games, juguetona hasta en el título. Y sin la mirada ochentera tampoco sucedería que Easy parezca un tributo –y hasta un calco en los primeros compases– al célebre Drive, de The Cars. Y si con la relajación de las restricciones hay ocasión de convocar a Wild Nothing nos acabaremos encontrando con Emotion, el pelotazo discotequero más sofisticado que vamos a escuchar en todo 2021.

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