Aunque cueste trabajo creerlo, la más precoz e inesperada de los ídolos musicales que nos ha ido regalando el nuevo siglo anda ya cerca de las dos décadas en el oficio y transita a la altura de su noveno álbum de estudio (u octavo, si nos ponemos tiquismiquis y no le contabilizamos como enteramente propio el trabajo a medias junto a Billie Joe Armstrong). Estamos, en puridad, ante una veterana. Y, por eso mismo, que una artista de su bagaje sea capaz de sonar con la espontaneidad y frescura que emanan de este Pick me up off the floor supone un redoblado motivo de satisfacción.

 

Existe un factor paradójico en las más recientes decisiones de Jones, aunque quizá sea solo el signo de los tiempos. 18 años después de aquel seminal, influyente y muy difundido Come away with me, uno de los mayores éxitos de ventas del siglo XXI, Norah se ha convertido a la religión del picoteo digital y prefiere ir deslizando sus nuevas composiciones, tema a tema, cada pocos meses a través de las plataformas. Su entrega del año pasado, Begin again, era un minielepé que recopilaba siete de esos sencillos. Pick me up… se nutre de esa misma fórmula del gota a gota, pero lo curioso es que funciona como obra unitaria y coherente. Recupera, con sus 11 cortes, las dimensiones estándares del disco grande. Y supera musicalmente en casi todo a su antecesor.

 

Basta escuchar la fantástica How I weep, pieza inicial, para comprenderlo. La pianista relega su instrumento de cabecera y fía el acompañamiento a unos arreglos de cuerda extraordinarios, mucho más gráciles que barrocos. Igual sucede con la inmediatez de Hurts to be alone, instantánea y sutil, que se intuye propicia para grandes momentos encima de las tablas. O I‘m alive, elaborada a medias con el gran Jeff Tweedy y enriquecida con esas guitarras campestres tan del gusto para el líder de Wilco.

 

Jones puede que nunca vuelva a figurar en las listas de superventas, pero ha consolidado un perfil impecable de artista noctívaga (Heartbroken day after), de intersección perfecta entre el pop y la pulsión jazzística. Una baladista precisa para ralentizar el tiempo y la vida, como en Stumble on my way. Aunque, a sus solo 41 años, la veamos ya casi como una veterana. 

 

 

 

 

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *