En un ecosistema pop y de canción alternativa cada vez más nítidamente femenino, por fin, en medio mundo, urge anotar el nombre de Lindsey Jordan, esta chavalita de Maryland que con apenas 22 años se está haciendo hueco a empellones en todas las quinielas sobre lo mejor de 2021. Los indicios de la muchacha que se escuda bajo el apelativo de Snail Mail ya habían sido elocuentes con su debut, Lush (2018), pero esta prolongación es mucho más precisa, pulida y hermosa, más panorámica en su mirada a la canción intimista con aportaciones de alt-rock y sintetizadores. Porque aquí, en apenas 32 minutos, encontramos diez canciones de encanto instantáneo, combustión lenta y escucha duradera. Un trabajo tan sólido y tan elaborado que solo puede propiciar admiración y, de acuerdo, un poco de envidia por su precocidad.

Natural de la pequeña Ellicott City, donde vino a nacer en 1999, las conexiones de esta fulgurante estrella de la generación Z hemos de buscarlas más en aquellas grandes divas que en los noventa comenzaron la reconquista femenina, en particular Liz Phair o, sobre todo, Aimee Mann. Pero otras chavalas de su quinta (Soccer Mommy, la infalible Lucy Dacus) acuden a la memoria para desentrañar este universo de ritmos medios, voz más sinuosa que robusta y paisajes sonoros para adultos, ricos en texturas y hasta sobresaltos (Madonna).

Brad Cook, el mismo productor que ha embellecido a los insignes Bon Iver, se ha encargado de engrandecer y aportar lustre a unas canciones que solo en alguna rara ocasión (C. et Al) conservan su latido íntimo original. Prevalecen los apuntes de cuerda, los arreglos excelentes (Ben Franklin, Valentine), la complejidad hermosa de Headlock. El contraste entre el guitarreo vigoroso de Glory y el primor delicado del epílogo, ese Mia que hermana guitarra acústica y arreglos de cuerdas. Valentine no descubre nada que no hubiésemos escuchado ya, pero supone una panorámica espléndida de un talento temprano y en plena eclosión.