A veces, de tarde en tarde y aunque los años suelan cimentar el escepticismo, suceden cosas. Salta la sorpresa. Y las cejas se arquean ante lo inesperado. Cualquiera que escuche “Singularity”, tema inaugural de este disco inaugural, imaginará encontrarse ante un apañado grupo anglosajón concebido bajo el influjo evidente de Franz Ferdinand. Pero resulta que los cinco Staytons no son ni escoceses ni unos tipos curtidos. Provienen de Villaviciosa, en Asturias, y rondan los 18 o 20 años; uno de ellos incluso es menor de edad. Disponen de un cantante estupendo, Juanvi Stroup, que se expresa en un inglés impoluto (olvidémonos esta vez de esos artistas locales que parecen alumnos de un curso por correspondencia) porque sus padres residen en… Stayton, un pueblito de Oregón. Las guitarras de Venti Sariego tienen pellizco, mordiente, mucha gracia. La trompeta de Luis Ángel Sánchez, que ocasionalmente se pasa al fliscornio, aporta una inesperada dimensión funk. No sabemos de dónde demonios han sacado esta actitud, este desparpajo, esta bien entendida insolencia con la que parecen dispuestos a comerse el mundo y llevárselas (y llevárselos) de calle. Incluso han tenido en cuenta la imagen y lucen tirantes blancos y negros, sombrerito, una melena recogida en moño, barbitas incipientes. Son estilosos, frescos, diferentes, pintorescos, insólitos. Buenos compositores, sexis en ese estribillo en falsete de la adictiva “A good tempered man” y tan británicos como californianos: con “Black polish” o la estupenda balada “Solitude” se acercan más a Red Hot Chili Peppers que al amigo Kapranos. El año pasado arrasaron en el concurso de maquetas del Instituto Asturiano de la Juventud, ha acabado produciéndoles Igor Paskual y aguantan el tipo sin bajones durante los diez cortes: “Eventide” es contagiosa y “Beyond walls” encierra las mejores guitarras del álbum. “Singularity” se publica mañana y a fe que hace honor a su título. Pásmense.