El disco que todo el mundo esperaba de The Black Keys para 2021 ha acabado demorándose casi un añito completo. El verano pasado, a los amigos Dan y Patrick les apeteció darse el gustazo de un disco íntegro de versiones de viejas debilidades del blues (Delta kream) que tenía mucho más de capricho gozoso que de atención a la demanda de algún sector de su público. Ellos pueden permitírselo y hacen muy bien en concederse las salidas de guion que les vaya indicando su instinto, pero ese Dropout boogie, que ve la luz apenas 10 meses después de aquello, encaja mucho más con lo que le pedía el cuerpo a sus devotos. Y eso es un disco directo, crepitante, divertido y con ese punto de eclecticismo entre la psicodelia, el pop viejuno, el rock sureño y el blues que los amigos Carney y Auerbach han sabido convertir en paradigma y bandera.

 

En ese sentido, Dropout boogie se coloca en un plano muy parejo al de Let’s rock (2019), incluso en la inmediatez de un cancionero que rara vez sobrepasa la marca de los tres minutos y despacha sus 10 flamantes cortes en poco más de media hora. Wild child abre boca y afila los colmillos con ese punto algo más sofisticado que convirtió Lover boy (2011) en el éxito más transversal de la banda. A partir de ahí, el boogie efervescente y electrizante marca el compás y acentúa esa sensación de que las sesiones de grabación en Easy Eye Sound, los estudios de grabación de Auerbach en Nashville, deben de ser divertidísimas. Sobre todo si el viejo Billy F. Gibbons (ZZ Top) añade magisterio, guitarras saturadas y ambientes pantanosos en la proverbial Good love.

 

La joven y muy ilusionante Sierra Ferrell es una invitada de menos relumbrón, pero contribuye a impregnar de chispa, inmediatez y sensación de hermandad ese festín titulado Your team is looking good. El alma con querencia al soul blanco –tan presente en los trabajos de Dan cuando opera en solitario– aflora en How long, pero las esencias sureñas regresan a niveles abrumadores a la altura de Baby I’m coming home. Con unos tipos tan ocupados como Patrick y Dan, nunca se sabe el tiempo que van a reservarle a su faceta más ilustre y lucrativa, pero en estos momentos solo podemos agradecerles que se encuentren en un modo tan juguetón.

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