He aquí el disco del verano de 2018; o uno de ellos, si nos dejamos llevar por el diagnóstico prudente. En su versión en vinilo ocupa tres caras, circunstancia ahora no tan infrecuente que en términos clásicos siempre recuerda a Big world (1985), aquella vieja maravilla de Joe Jackson: aquel sí era, conceptualmente, un disco y medio. Pero da igual. All the things… es extenso en títulos y en contenidos; y, dada su excelencia, se agradece la abundancia.
Kenneth Pattengale y Joey Ryan, el tándem californiano de cantantes y guitarristas (imposible discernir en cuál de ambas facetas resultan más meritorios), siguen evocando al instante a los Everly Brothers (y por extensión, Simon & Garfunkel), aunque quizá resulte más atinado colocarlos en la órbita de Gillian Welch y David Rawlings. Para este cuarto álbum, por primera vez contemplan la presencia de músicos acompañantes que engrandezcan y redondeen sus sonidos, lo que se agradece. Si uno de ellos es Pat Sansone (Wilco), responsable de piano y órgano, y de la producción se encarga Joe Henry, nada puede ir mal.
En efecto: nada hay desaprovechable en estas doce canciones sosegadas, meditabundas, hermosas, atemportales, en más de una ocasión bellísimas, más allá de su regusto a derrota (Unwinnable war, Mourning in America). Y en el centro del trabajo, casi como un emblema, los diez generosos minutos de la deslumbrante One more for the road, donde el tiempo se detiene durante su extensa (y virtuosa) sección instrumental. En realidad, con todo el disco sucede algo semejante: su apariencia es humilde, pero el trasfondo es muy grande.