En tiempos de ánimos alterados, prisas, ajetreos y aceleraciones, la sola existencia de figuras como Kate Stables sirve para reconciliarse con el mundo, siquiera circunstancialmente. Frente al tono avasallador del ser humano contemporáneo, acostumbrado al exabrupto, el zarandeo y los estados de ánimos más levantiscos, constituye casi un milagro que pervivan artistas como la cabeza visible de This Is The Kit, una mujer dispuesta a dedicarle un álbum entero a la fragilidad: del ser humano, de las relaciones, de la vida misma. Careful of your keepers no ocupará titulares ni ofrece ráfagas sonoras capaces de alborotar a las masas a través de las redes sociales en cuestión de unos pocos segundos. Da igual: los espejismos acaban pasando de largo, por muy aparatosos que resulten en el momento, mientras que estos humildes 35 minutos llegan con el ánimo evidente de perdurar.

 

Haremos bien en guardar esta música en una estantería central o una lista de reproducción prioritaria. Stables, musa del folk independiente británico hoy afincada en París, es capaz de encadenar canciones magnéticas, intrigantes y contemplativas, siempre sosegadas pero también etéreas y bellas en una dimensión casi dolorosa. Porque este Cuidado con tus guardianes aborda angustias vitales y existenciales a través de una voz entre la hipnosis y el susurro, acentuada por los arpegios ondulantes de Neil Smith en la guitarra eléctrica.

 

Siempre mejor considerada por las luminarias de la canción que por el gran público, Kate ha dejado ahora la compañía de The National, a los que teloneó en los años de su Off off on (2020), y ha preferido convocar como productor a otro acreditado bicho raro, un Gruff Rhys (Super Furry Animals) al que nunca le han intimidado ni los acordes disonantes ni, en el extremo contrario, las canciones sin apenas movimiento armónico, como ese Careful of your keepers que da título a la colección. Stables se comporta en esos casos como una sacerdotisa ensimismada en plena oración, un símil que tampoco desmerece en el caso de los cortes más poderosos del álbum, desde Stuck in a room a Inside outside.

 

En términos discográficos, si se prefiere así, estamos ante un disco alejado de cualquier título homologable como single en sentido clásico, pero coherente –y  adictivo– en su dimensión de obra sujeta a una intención y un hilo argumental desde el primer al último minuto. Hay pinceladas de cierta sofisticación, como ese cuarteto de metales que emite destellos en Goodbye bite siguiendo los arreglos de Jesse Vernon. Y hay magia y levitación en el sonido evanescente no solo de Smith, sino también de la codiciada Rozi Plain al bajo. Pero el corazón del discurso radica en la voz térrea, arenosa, fascinante de Stables, que no precisa de aspavientos para provocarnos espasmos. Quien haya escuchado a Laura Marling, Susan McKeown o, al otro lado del charco, Joanna Newsom sabrá bien a lo que nos referimos.

 

 

 

 

 

 

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