Quienes desdeñan a los grandes crooners clásicos y los engloban bajo la desdeñosa etiqueta de la escucha fácil deberían tomerse al menos la molestia de dedicarle media hora de sus vidas a este álbum de Tony Bennett. Corría el año 1962, justo el de la irrupción de los Beatles, Beach Boys o Bob Dylan, pero también, por contextualizarlo todo, el del Jazz samba de Charlie Byrd con Stan Getz. Y en esas el bueno de Anthony Dominick Benedetto acertó con la dosis exacta de elegancia, sentido y sensibilidad para canonizar y dignificar los cimientos de la música ligera. Que también puede entrar dentro de la terminología más peyorativa que descriptiva, pero los prejuicios se evaporan en cuanto se escucha elevar la voz –solo lo justo– a este caballero.

 

Bennett ya no era un chiquillo cuando entró en los estudios de Columbia para registrar esta maravilla. Rozaba las 36 primaveras, había emprendido una febril trayectoria discográfica ya en 1955 y en su ya nutrida discografía no siempre encontraba el equilibrio entre el pop y la música de mayor calado (o, al menos, pomposidad). Aquí encontró la intersección: seducir sin resultar afectado. Cuando en el minuto y 55 segundos de Have I told you lately? interrumpe el verso “Cuando pienso en todas las chicas de las que pude estar colgado” con un atisbo de risa descubrimos que no es un fanfarrón, sino un romántico.

 

Cantaba ya con más gravedad y poso el bueno de Anthony a estas alturas, mucho más escorado a la tesitura de barítono de su máximo competidor, Frank Sinatra, que al tenor de un Chet Baker. Todo le hacía más pausado, más seductor sin necesidad de aspavientos. I left my heart…, el precioso tema central, le proporcionó un par de premios Grammy instantáneos y una estancia durante años en las listas de superventas, aunque ha transcurrido tanto tiempo que no somos ya del todo conscientes del impacto que obtuvo. No era la más virtuosa de sus interpretaciones, con todo. El vibrato, el color y la duración de las notas en la muchísimo menos recordada I’m always chasing rainbows sirve para sentir escalofríos.

 

La lectura de The best is yet to come (donde también hay risita: 2’05”) se adelantó un par de temporadas a la del propio Frank, y los musicales y películas eran caladeros ideales para el perfil de Bennett, en gracia tanto con Once upon a time (de All american) como con Tender is the night, de la película homónima. Y, hablando de largometrajes, oficializaba su admiración por Chaplin recreando Smile con el terciopelo vocal agudizado. En junio de 2017 nos tirábamos de los pelos cuando una indisposición de última hora (era ya nonagenario) le impidió ofrecer sendos recitales en Madrid y Barcelona. Qué pena haber sentido un mito tan cerca y no tener ocasión de acariciarlo.

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