Puede que el peso de la fama cargue más sobre los hombros de los sesenta y los ochenta, pero la década de los setenta es la que concentra no solo más chicha melómana, sino seguramente también más joyas ignotas a la espera de que algún gemólogo ilustre proceda a desenterrarlas. David Hepworth, uno de los grandes gurús musicales de la BBC, no cree que la prevalencia del periodo entre 1971 y 1979 sobre cualquier otro en la historia de la música popular pueda ser siquiera objeto de debate. “Nunca ocurrió tanto, ni antes ni después, como en este periodo. No es una opinión. Es un hecho. Y esta es una caja antológica para demostrarlo”, proclama en sus instruidas y amenísimas notas para la recopilación, para las que conjuga la pulcritud con el dato, la curiosidad y un punto provocador muy saludable.

 

Buen cicerone, en consecuencia, el que nos procuramos para este viaje a través de 71 cortes setenteros y prácticamente cinco horas de prolongada (muy) buena música. Hepworth sublima su condición de preceptor hurgando entre su holgadísima colección discográfica hasta acertar con una colección nada evidente, en la que se alternan los artistas ineludibles con los injustamente olvidados y donde casi ninguno de los cortes figura entre los más divulgados de sus firmantes. Baste como ejemplo el caso de Daryl Hall y John Oates, probablemente los únicos grandes superventas de la colección. En lugar de optar por alguno de sus no menos de dos docenas de éxitos, el recopilador se detiene en una canción primeriza, fantástica y muy poco divulgada, Abandoned luncheonette. Ah, y aprovecha para burlarse de la portada y atribuirle a sus deméritos la culpa de la escasa repercusión de aquel álbum.

 

El corte del rubio y el moreno figura entre los 21 escogidos para el primer CD, que lleva el subtítulo genérico de Young americans porque se centra, en efecto, en artistas estadounidenses y emergentes. Los otros tres discos también se guían, inteligentemente, por un somero criterio temático. Beer drinkers and hell raisers es el más tabernario y propicio para el jolgorio y el repliegue solo a partir de muy altas horas de la madrugada (ZZ Top, Status Quo, George Thorogood, Canned Heat, Atlanta Rhythm Section).

 

La tristeza, solemnidad y aplomo es patrimonio del tercer álbum, Blue boar blues, con Fairport Convention, Family, Brinsley Schwarz, Murray Head, Roy Harper o aquel primer Robert Palmer en la alineación. Y la cuarta entrega, The monstruous regimen, es la de remitentes femeninos, puesto que la década, aún a años luz de la paridad, sí propició la consolidación de muchos más nombres de mujer que en los sesenta. Las divinas The Roches, Linda Thompson, Ellen Foley, Judee Sill o, claro, Linda Ronstadt y Sandy Denny asoman por ahí.

 

La selección, ya se ve, es de todo punto subjetiva, por lo pronto porque el hombre que presentó durante años The old grey whistle test y retransmitió aquel Live Aid de julio de 1985 obvia algunos géneros característicos de aquel año, en particular el rock progresivo pero también el punk o la new wave. Por eso el carácter nominal de la colección tiene toda la lógica, por afinar con méritos y responsabilidades. Habrá quien busque también deméritos, pero no parece la actitud más propia con un trabajo así. En realidad, y aunque dispongamos de una buena colección discográfica en casa, es muy probable que muchas de las 71 portadas que se reproducen en el libreto no figuren en nuestra estantería. Algunos, como el debut de Crazy Horse en 1971 antes de hermanarse con Neil Young, son casi imposibles de encontrar. Y muchos otros serán susceptibles de engrosar nuestra lista de hallazgos añejos sobre los que aprender más estos próximos meses. Nada mejor para una antología que despertar la curiosidad.

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