Hay un detalle entrañable y nada casual en la carpeta de Indoor safari, el álbum con el que el viejo, sabio y encantador Nick Lowe regresa a la actividad fonográfica después de una década larga sin molestarse en entregar ningún elepé. La contraportada, en riguroso blanco y negro, luce un texto explicativo a la manera de los que servían para explicar a los compradores el contenido del vinilo cuando comenzó a afianzarse el formato de las 33 revoluciones, cerca de siete décadas atrás. Y la anacronía, tan intencionada como flagrante, lleva al ilustre firmante de esas líneas, Eli Attie, a avisar: “Estamos en 2024, no en 1954”.
La moraleja cae por su peso. La música del británico de pelo níveo no es que sea añeja, adscrita a la vieja escuela o simplemente demodé. Sucede que no tiene edad. Suena tierna, instantánea y, admitámoslo, con una pátina de melancolía. Pero cuando nuestros herederos descubran en la estantería este vinilo y lo desempolven, habrán de rastrear la fecha en los créditos. Porque pensarán que Blue on blue sería un candidato sensacional como single para Roy Orbison en los años sesenta, la misma época en la que los Beatles habrían sopesado de buen grado incluir Jet pac boomerang en alguna cara B, más aún teniendo en cuenta que su última línea les brinda un guiño maravilloso a Please, please me.
Lowe peina canas desde hace varias décadas, sopló en primavera las velas del siempre señalado 75 cumpleaños y, con más de 15 discos a las espaldas, no tiene la menor necesidad de demostrar nada a estas alturas. Pero en algún momento habrá pensado que no era cuestión de finalizar su historial discográfico con un caprichito navideño (Quality street: A seasonal selection for all the family, de 2013) y le ha buscado un sucesor delicioso a The old magic, aquella joya pequeñita y brillante con la que en 2011 insistía en su alergia a modas o adscripciones generacionales. Indoor safari suena al Nick de sus años mozos en Rockpile, revitaliza la escuela clásica del rocanrol y del surf y consigue que las dos versiones que se deslizan en mitad de cada cara, A quiet place (Garnet Mimms) y Raincot in the river, de Rick Nelson, dos antiguallas sin paliativos se integren a la perfección con el resto del repertorio, 1o flamantes canciones que Nick ha escrito sesenta años más tarde.
Parte de culpa en esa revitalización por la vía de la nostalgia ha de recaer sin duda en Los Straitjackets, esos cuatro tipos enmascarados que llevan ya un puñado de años girando con su nuevo jefe e insuflando sangre más joven a los estilos con los que se enamoraban nuestros abuelos. Y ese juego de afinidades intergeneracionales lleva al autor de Cruel to be kind a resultar canónico en el rock a palo seco de Went to a party, la balada ardorosa que es Different kind of blue y el chispazo de tarareo instantáneo que representa Trombone. A Lowe le ha envejecido la voz y no le llegan las fuerzas para grandes filigranas, pero no hacen falta aquí. Al contrario: esa garganta aporta poso, gravedad y muchas, muchas, horas de vuelo. Nada mal.
Hola, comentar que en 2020 sacaron otro Lp juntos el Nick Lowe & Los Straitjackets – Walkabout, y creo recordar que hay algunos live en estos últimos años. Mo sigo la carrera de Nick Lowe pero si Los Straitjackets y ya tiene varias colaboraciones anteriores. Y siempre con canciones muy buenas con talento y buen gusto por las melodías.