Stereophonics siempre ha sido una banda tan solvente como poco trascendental; un grupo en el que confiar para colocar sus álbumes en el giradiscos, pero a sabiendas de que difícilmente se nos quedaría alguno de sus títulos adherido a la memoria. Coincidiendo con su vigésimo quinto aniversario, Kelly Jones se dispuso a revisar el amplio catálogo acumulado para despacharnos el consabido recopilatorio con dos o tres canciones inéditas, rarezas o versiones alternativas, pero… en ese momento cayó en la cuenta de que ya tenía demasiadas anotaciones en la libreta deseosas de cobrar forma discográfica. Y lo que iba a ser una antología más o menos rutinaria ha acabado siendo un nuevo álbum rutilante, o casi; generoso en sus 15 canciones, que nos proporcionan una hora larga de compañía, y todo lo inspirado que el galés nos ha demostrado a lo largo de estos quinquenios.

 

En resumen: Oochya! resulta ser mucho mejor disco de lo que barruntábamos. Y puede que se cuele, con casi toda seguridad, en el podio de una discografía que redondea aquí la docena de entregas.

 

Jones siempre ha ejercido como una especie de hermanito pequeño y galés de los Gallagher, y ese influjo de Oasis sigue aflorando aquí y allá, casi como punto de referencia en caso de que surjan dudas en torno a la ruta. When you see it, por ejemplo, suena rocosa, firme y lo bastante impetuosa como para retumbar alegremente en un pabellón de deportes. Pero la voz rasposa de nuestro protagonista le acerca también con asiduidad a la órbita de Rod Stewart, mejor aún si es con The Faces. Pero también hay margen para ponernos solemnes, de manera que All I have is you tiene todas las trazas de inspirarse en cualquiera de los grandes baladones de U2.

 

La precisión de la banda se hace aún más evidente cuando incursiona por otros territorios. Every dog has its day opta por una sofisticación insólita, con cuarteto de cuerda incluido, y parece lanzar un guiño al I don’t like Mondays de Boomtown Rats. Y es muy disfrutable la apuesta por el tosco rock sureño tanto en el espléndido corte inicial, Hanging on your hinges, como en Running down my brain, ambos bajo el influjo de ZZ Top y demás iconos hirsutos. En resumen, cuando Kelly Jones parecía en disposición de enrocarse, entrega la entrega más versátil y amena de la carrera. Un catálogo amplio de habilidades. Y la prueba de que, más allá de nuestro escepticismo inicial, hemos de seguir incluyéndole en nuestras oraciones.

 

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