Muchos nos lanzamos a las tiendas a principios de 1994 para indagar en el universo de estos jovenzuelos irlandeses al calor de Linger, un sencillo de presentación que aún hoy nos sigue pareciendo delicioso: ese comienzo en falso, el abrazo de los arreglos de cuerda, el dolor contenido. Pero para dolor, impredecible y difícil de abarcar, el que nos produjo en enero de 2018 el terrible adiós de Dolores O’Riordan, una mujer a la que nunca imaginamos habitando tan pronto el territorio intangible de nuestros recuerdos.

 

De este primer disco, tan querido desde el primer día y que inevitablemente reescuchamos unas cuantas veces al calor de las circunstancias luctuosas, me sigue gustando casi todo: empezando por el mismo título, su plasmación a mano en portada (que siempre intuimos como un guiño a su paisana Sinéad O’Connor) y hasta la imagen de estos cuatro pipiolos irlandeses, retratados en claroscuro, tiernos pero intensos, resueltos y cargados de expresividad desde su bisoñez. A The Cranberries los introdujimos mentalmente en el mismo directorio que Everything But The Girl o 10,000 Maniacs, con el mérito adicional de que asomaban la cabeza, armados de sutileza y lirismo, justo cuando parecía que solo el grunge servía como medio estilístico de expresión para la chavalería.

 

También estaba el influjo de The Smiths, claro, con esas guitarras de Noel Hogan (Waltzing Back) que dejaban pocas dudas sobre el ascendente de Johnny Marr y How soon is now. Y las canciones, evidentemente, en las que la divina O’Riordan tenía tanto que ver: Dreams reclamaba a gritos esa condición de himno en que se convirtió de inmediato, Wanted aportó la inmediatez adictiva de cuatro chavalillos en estado de gracia, Not sorry miraba al dramatismo orgulloso de O’Connor y Put me down o How se movían en un lirismo a la par cristalino y contenido. Dolores acabaría siendo una cantante más rotunda en el arrollador segundo disco, No need to argue (1994), pero no mejor que en este debut encantador y más íntimo. Perderla fue, qué duda cabe, perder un pedacito de nosotros mismos. Aunque 2019 nos regalase su bello e inesperado álbum póstumo.

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