Son 11 chavalas, ¡11!, de esas a las que los medios de comunicación no tardaríamos ni un suspiro en adjudicar el título de mileniales. Todo mujeres, que no se diga: aquí no hay paridad que valga. Y provenientes y radicadas en Cataluña, pero de vocación netamente balcánica, como documentan en su propio bautismo. La fascinante música de fanfarrias o bandas de metales de aquellos territorios ha servido como imán irrefrenable y sendero artístico para estas muchachas. Hace mucho, por fortuna, que a nadie se le pide el carné de identidad, ni mucho menos el mapa genético, para buscar inspiración en cualquier rincón del planeta que le plazca.

 

Odissea es un disco breve y fulminante, como exigen estos puntos de partida; original, insólito, profundamente alentador. Reconforta por su desparpajo, por el carácter expansivo que demuestran, pese a su todavía radiante juventud, la nutrida nómina de firmantes. Atribuyen el título a una intersección entre la Odisea homérica y 2001: Una odisea en el espacio, el clásico de Kubrick, curioso cóctel al que añaden las dificultades (odiseas) experimentadas para afianzar una propuesta sonora tan nutrida y alejada de cualquier molde preestablecido. Pero parece evidente que las catalanas pueden haberse enriquecido con la escucha de clásicos del este como los rumanos Fanfare Ciocarlia o las diabluras serbias de Goran Bregovic.

 

Metales y percusiones, más metales y percusiones aún. Esa es la receta clásica en estos casos. Y funciona. Casi siempre con el pie hundido en el acelerador, por acentuar el vértigo, la diversión, esa vitalidad tan radiante como la hermosa imagen de portada. Las chavalas apenas hacen uso de sus voces, a pesar de que constituyen una baza poderosa. Emergen como epílogo atractivo en los últimos renglones de Da mas over, un arranque ideal. Pero, de pronto, se erigen en protagonistas en Ausencia, una pieza cantada. Balada, y ¡en portugués!, por aquello de pillarnos con el paso cambiado. Y con grandes segundas voces: ahí hay un filón que quizá pueda explorarse más adelante.

 

La BPO puede ser a la vez verbenera y jamaicana (Celerity); o incluso maquinera, si atendemos al caso de Pingu. Sobra casi advertir de que la media hora transcurre en un suspiro: nunca una odisea fue tan llevadera. Ya quisiéramos poder decir lo mismo de otras.

 

 

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