Bob Welch pudo llegar a ser muy grande. Estuvo cerca de conseguirlo, en realidad, y hasta él seguramente sintió el húmedo tacto de la gloria con la yema de los dedos. Quizás esa sensación de euforia explique una portada como la de Three hearts, que hoy, tantas décadas después, es difícil no contemplar con un atisbo de suspicacia: el hombre, altivo y protagónico, escoltado por dos hermosas mujeres que le brindan cobijo y una mirada anhelante.

 

Eran años de autoestima alta, sin duda, para el cantante y guitarrista californiano. Había formado parte de Fleetwood Mac entre 1971 y 1974, cuando, tras el fichaje de Stevie Nicks y Lindsey Buckingham, prefirió abandonar el barco antes que resignarse a un papel gregario. Fundó un trío de hard rock, Paris, al que nadie prestó demasiada atención, lo que a cualquier otro habría servido para sospechar que su decisión de 1975 había sido francamente desafortunada. Pero en su debut solista, French kiss (1977), se anotó un éxito monumental con Sentimental lady, una joya de ese pop sedoso, casi yatch pop, que constituía por entonces la mejor alternativa frente al ruido y la furia del punk.

 

Lo gracioso del caso es que Sentimental… ya la había publicado en el álbum de los Mac Bare trees. Y entonces, en 1972, pasó por completo desapercibida. Moraleja evidente: mejor por tu cuenta que en compañía de otros, aunque esos acompañantes fueran ilustrísimos.

 

Three hearts pretendió ser réplica de French kiss hasta en la portada, que compartía tipografía y estética. Y redobló el genio de Welch para la radiofórmula con Precious love, un caramelito tan rabiosamente adorable (esos guiños a la música disco de Alvin Taylor, el batería) que hoy solo podemos admirar su encanto cándido e instantáneo. Pero esa filiación al soft pop, aunque hoy nos suene ligeramente remilgado, encontraba múltiples prolongaciones. Ahí estaba China, puro chicle juguetón de teclados despepitados, aunque las guitarras se encabritaran un poco. El misterio sostenido en la exquisita y ambiental The ghost of flight 401. O la caricia a tiempo medio de Church, que parece escrita a medias con su excompañera Christine McVie. En realidad, Christine aparece en las segundas voces de Come softly to me, versión del clásico (1959) de The Fleetwoods (ojo, no confundir con los Mac).

 

Y nos quedan aún los súbitos coros de Stevie Nicks, esa inigualable voz rasgada, al final de Devil wind, cuando la canción ya parecía languidecer y remonta el vuelo con el magnetismo de la autora de Rhiannon. Olvidemos la versión de I saw her standing there en clave de funk timorato y disfrutemos de un talento evidente al que nunca se le dejó ocupar el sitio que habría merecido. Bob se suicidaría de un tiro en el pecho en 2012, tres meses después de una delicada operación en la espalda que estaba a punto de dejarle inválido. Un horror.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *