Emociona tanto descubrir nuevo material inédito en los archivos de David Bowie como constatar una vez más que apenas deben de quedar tesoros de verdadera enjundia, sobre todo en forma de canciones aún desconocidas. Esta preciosa doble caja que ahora ve la luz, The width of a circle, es claramente un fetiche para grandes aficionados, seguidores fervorosos y completistas sin remisión, pero resulta interesantísima para comprender la evolución de Bowie a lo largo de un año decisivo y formativo en su trayectoria: 1970. Una transición a caballo entre Space oddity, el primer refrendo de genio tras una extensa nómina de singles fallidos, y la eclosión definitiva y abrumadora que supondría un año más tarde el ya fabuloso álbum Hunky dory.

 

El primer CD recoge de manera íntegra (salvo una canción perdida, parece, para siempre) la comparecencia del 5 de febrero de 1970, durante más de una hora, en el programa de John Peel para la BBC The Sunday show, del que solo conocíamos apenas unos pocos cortes. Es tan asombrosa la existencia de un material de valor histórico inmenso como la nueva certificación de que la todopoderosa cadena pública británica no archivaba sus registros sonoros: la fuente utilizada aquí para restaurar aquella visita –asombrémonos– es la grabación de la emisión que conservaba Tony Visconti, con lo que la calidad del sonido es relativa y… se cuela alguna que otra interferencia.

 

En cualquier caso, la solvencia de aquel David Robert Jones de 23 años y aún en plena evolución comienza a ser abrumadora. Emociona escucharle en completa soledad, voz y guitarra, al principio de su comparecencia, sobre todo porque además desliza una versión estrafalaria, Buzz the fuzz, y un original apenas recordado, Karma man. A renglón seguido se le suman Tony Visconti, que ya ejercía como escudero de la máxima confianza, y, por primera vez en la historia, el guitarrista Mick Ronson, luego piedra angular de The Spiders from Mars. Aunque solo fuera por ese detalle, lo acontecido aquella tarde de febrero en la BBC ya es decisivo.

 

Los retos para los bowiemaniacos se acentúan al comienzo del segundo CD con la recuperación de las cuatro piezas para una comedieta televisiva, The looking glass murders (aka Pierrot in turquoise), de las que la tierna y ensoñadora When I live my dream, con la sola compañía de un órgano, es fantástica. Y a partir de ahí, una breve aparición (marzo de 1970) en el programa de Andy Ferris, con una excepcional versión de Waiting for the man, de la Velvet Underground; además de un repaso a los sencillos de la época, tanto en sus versiones originales como en nuevas remezclas actualizadas para la ocasión.

 

El único que se incorporó al olimpo de los grandes éxitos de Bowie fue The prettiest star, pero merece la pena refrescar en nuestra memoria joyas menores como All the madmen, Holy holy, la apasionada Memory of a free festival y uno de los títulos más pintorescos en toda la trayectoria del londinense, London bye, ta-ta. Siempre la tuvimos por una pieza algo infantil y extravagante, pero esta antología permite certificar que Bowie tenía gran fe en ella.

 

¿Merece la pena, en definitiva, The width of a circle? Sí, sin duda, sí. Las rarezas de un Bowie todavía en pleno aprendizaje superan con mucho las obras más evolucionadas del común de los mortales. Pero hablamos, eso sí, de un lanzamiento para seguidores con pedigrí: que nadie empiece aquí sus primeras clases de bowieología.

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