Primera evidencia: este The juice no hará historia ni pasará a los anales ni tendremos ocasión de verlo reseñado en las sesudas clasificaciones con lo mejor del año. Seguro. Segunda evidencia, quizá más relevante: acabaremos escuchando este puñado de 11 canciones muchas más veces que otras de mayor relevancia o enjundia, porque encontraremos pocos álbumes más amables y luminosos, tan aptos para la sonrisa y la reincidencia. Y tercera evidencia, la más obvia: en las actuales circunstancias, pocos álbumes nos sentarán mejor que este. Y las medicinas del alma, siempre tan necesarias, están ahora mismo cotizadísimas.

No ha trascendido en demasía a este lado del Atlántico la obra de este Garrett Dutton, el músico de Filadelfia que se esconde bajo ese pseudónimo tan mimoso (todo un indicio) de G. Love. Quizá se deba, precisamente, a que su aproximación afable a músicas en principio más áridas y comprometidas, en particular el blues, le hace parecer demasiado liviano. Pero no perdamos la perspectiva ni las coordenadas. Dutton acaba de cumplir las bodas de plata en este negociado (su primera entrega se remonta, ojo, a 1994) y este The juice tiene mucho de adictivo porque está escrito y producido a medias con Keb’ Mo’, uno de esos personajes adorables que han contribuido a amplificar el mejor blues-rock del nuevo siglo.

Así, con esos mimbres, resulta un disco ligero, si se quiere, pero encantador. Es normal que en la versión en directo de The juice nos encontremos con un público alborozado, incluso sin conocer el tema con anterioridad, porque su estructura de llamada y respuesta (y la presencia de Marcus King como invitado especial en la versión de estudio) invita al abierto alborozo. Pero aún más feliz y afortunada es Shake your hair, himno para bailoteos en la impunidad del confinamiento. Y Go crazy, otro cañonazo con el amigo Mo’ (Kevin Moore) aceptando un animoso mano a mano. Y Fix your face, donde la huella del blues se hace casi imperceptible para aceptar una incursión en el pop más coreable.

El mundo es un lugar imperfecto y, de unas semanas a esta parte, casi infernal. Pero Love y su Salsa Especial constituyen, benditos sean, un gozoso condimento. Y que no falte.