Puede que el nombre de la banda sea cuando menos dudoso, y más aún en estos tiempos de búsquedas internáuticas universales, pero el segundo elepé de estos cuatro chavales valencianos es un prodigio de desparpajo, inteligencia y ocurrencias a borbotones. Un derroche de sagacidad que, entre integrantes de su quinta, creíamos exclusivo de los cántabros Los Estanques, otro cuarteto de pipiolos documentadísimos. Kevin, Edu, Lluisen y Ángel ya habían dado señales de vida con un primer álbum enjundioso (Campos de colores, 2018), y hasta un documental de sus andanzas británicas, justo antes del frenazo coronavírico. Pero Ole dragón es una eclosión de ideas y chispazos, de ganchos melódicos directos a nuestros mentones.

 

Hay cantera, sin duda. Hay mala baba, un aderezo muy saludable para salpimentar los menús. Hay power pop a raudales y sarcasmo como solo le conocíamos a Luis Prado, otro artista con una auténtica Espasa Calpe musical en la cabeza. El ex de Señor Mostaza se erige en la referencia más directa de estos cuatro chavales y paisanos de tierras levantinas. Y su ascendente se vuelve flagrante, pero también deslumbrante, en Algo me dice y Estar cuerdo, con sus armonías vocales a la manera de los setenta y sus desarrollos muy alejados de los consabidos tres-acordes-de-siempre.

 

El gusto de Prado por la cotidianidad más bien calamitosa también viene a la cabeza con la irredenta Todo mal, mientras que la huella de Los Brincos parece guiar la espectacular pieza de arranque, Plus ultra, en la que el cuarteto tiene las santas narices de permitirse un interludio musical de casi dos minutos en mitad de la canción. Otro ejemplo más de cómo se las gastan estos cerebritos precoces, estos mileniales con la cabeza sobre los hombros y la mirada alta para cantarle a las miserias más purulentas (Ultraderecha) de estos tiempos que nos está tocando vivir.

 

Lo suyo, en efecto, es valentía. En todas las acepciones y direcciones. La necesaria para entregarse a unos paisajes acústicos en Vas a despertar y que nos vengan Solera a la cabeza. A ellos aún les faltaba mucho para nacer, pero está claro que les ha cundido el tiempo buceando entre las colecciones familiares de vinilos.

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