Claro que Jake Bugg sigue teniendo cara de niño y aguanta sin problemas un primerísimo plano para el retrato fotográfico de portada. El chavalote de Nottingham fue un ejemplo de precocidad fulgurante, de los que precisan de permiso paterno para sus primeras giras, pero esa frescura envidiable le ha permitido llegar a su quinto álbum con solo 27 años en el carnet de identidad. Y haciendo alarde de reinvención con su entrega más instantánea y explosiva: más allá de ese tímido de mirada intensa y gustos añejos que siempre fue, Bugg se ha propuesto ahora sacudirnos las osamentas y hasta hacernos sonreír.
Quizá el cortocircuito mental de la pandemia explique esta derivada hedonista en su cancionero, su invocación al carpe diem del sábado por la noche y la recuperación perezosa de la mañana dominical. El título (idéntico, por cierto, al de un viejo y delicioso elepé de The River Detectives, allá por 1989) afianza el espíritu lúdico y cantable que nos contagia las entendederas desde All I need, tema inaugural y adelanto inequívoco: “No me lo pienso dos veces, que me conozco / Este podría ser nuestro momento, esta noche todo se siente bien”.
Habrá quien eche de menos el tono más meditabundo, íntimo y a ratos consternado de Hearts that strain (2017), su espléndido e incomprensiblemente poco difundido trabajo anterior, pero el momento anímico parece muy otro. También el musical: Jake, aquel niñato que en su inaugural álbum homónimo de 2012 parecía mirarse en el espejo de Richie Valens, piensa ahora en ídolos juveniles bien distintos y encomienda la producción al ilustre Steve Mac, el mismo que ha agigantado los cancioneros de Ed Sheeran o, glubs, 5 Seconds of Summer. Pero no incurramos en la vieja y fea tentación del prejuicio. Bugg sigue rasgueando con rabia cuando procede (Kiss like the sun) y hasta recupera al arpegiado acústico de sus primeros tiempos en la tierna Hold tight. Pero este mozalbete aspira ahora al trono de otro muchacho muy adelantado y pocos años mayor que él, Alex Turner. Escúchenle en Rabbit hole o en la rabiosamente instantánea About last night, a la altura de lo más adictivo de The Strokes. Y ya habrá tiempo de crónicas de sufrimientos íntimos cuando se nos pase el susto de toda esta pesadilla de los últimos meses.