He aquí uno de esos discos aparentemente pequeños que en ningún caso deberían pasársenos por alto. Nick Levine ha escogido un alias artístico demasiado breve y debuta con un álbum de exiguos 29 minutos, parco en instrumentación y desarrollos. Pero todo es maravilloso en él. La sinceridad. La emoción. La simbología. Esa sensación, tan rara y difícil, de que podríamos estar escuchando estas diez canciones en bucle, porque representan un autorretrato descarnado y a la vez muy hermoso.

 

Levine era multiinstrumentista en la formación de rock alternativo Pinegrove, pero, ahora por su cuenta, se muestra como un autor aún más meditabundo, melancólico y reflexivo de lo que ya apuntaba su banda matriz. Hay algo de inadaptación, de encaje complejo en la sociedad, en un artista que se proclama no binario y define su música como “country queer”, en este autor que abre su primer disco en solitario con las siguientes líneas para Power: “Dijiste algo mal / Lo hiciste por echarnos unas risas, pero no salió bien”. El universo de Blue heron se nutre del tormento y la inadaptación, pero la tristeza de la escritura (y, sobre todo, de esa voz frágil, descarnada, sincera y bellísima, siempre en un tris de estallar en mil pedazos) lo compensa todo.

 

Habrá quien hable de emo con estas canciones, pero es más sencillo pensar en una versión masculina, o no binaria, de Adrianne Lenker, la jefa de Big Thief. O, aún mejor, recordar a otro perro verde alejado de los focos, Stephen Steinbrink, y recordar aquel extraordinario Anagrams que en 2016 acabaríamos escuchando hasta la extenuación. “¿Verdad que esta fiesta te estresa?”, comienza preguntando Jodi en Go slowly, título ya elocuente y la pieza quizá más directa y tarareable de la decena. La incomodidad, siempre la incomodidad. La conciencia de ser distinto. Y la honestidad de plasmarlo en una escritura adictiva. Triste, pero ejemplar. La garza azul del título acaba por convertirse en compañera y cómplice, en símbolo de resiliencia. Una aliada lo bastante simbólica como para merecer ese gigantesco tatuaje en la espalda que ilustra el disco. La foto, a lo que se ve, está tomada en un lago de aguas heladas en Chicago. Duele el frío, pero impresiona, y mucho, el resultado.

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