El flamenco de miras amplias y altos vuelos necesitaba un disco como este Alejandra. Y José Almarcha merece asomar la cabeza en los siempre exigentes círculos de la flamencología como el gran compositor, lúcido y valiente, que aquí demuestra ser. El segundo trabajo del guitarrista de Tomelloso viene marcado por una consternación en último extremo ineludible, la del fallecimiento materno. Pero la pérdida de esa Alejandra que sirve para bautizar la obra no se traduce solo en dolor, abatimiento o pasajes ensimismados, sino que sirve de espoleta para la belleza y el espíritu evocador. Y estas nueve piezas, aun separadas y diferenciadas, terminan asemejándose a una gran suite emocional. Siempre inquieta y, en los momentos más inspirados, realmente hermosa.

Ciudad Real es una provincia muy poco representada en los mapas de la melomanía, así que es doble el sentido de orgullo merecido del que puede hacer gala Almarcha: como instrumentista delicioso y también como embajador de un territorio infravalorado. Ahora nos queda a nosotros la tarea de difundir la magnífica noticia de su talento. José es compositor ambicioso y ecléctico, que reconoce el magisterio de los más grandes y sabios (el cantaor Basilio Villalta, también tomellosano, homenajeado en A cata, y esa milonga, Maestro Sabicas, al genio pamplonica de las seis cuerdas), pero también toma altura en la modalidad del vuelo libre. Anotemos el arranque espectacular de Cerro Picorzo, siete minutos de guitarra, cuarteto de cuerda y zapateado; la audacia intergeneracional de Komorebi, una seguiriya aderaza con guitarra eléctrica, o el espectacular despliegue coral que engrandece la malagueña que da título al disco.

Es fantástico refrendar una vez tras otra esa versatilidad de Almarcha durante una obra que roza la hora de duración pero transcurre en un vuelo. El toque luminoso de la guajira Petricor, bautizada con uno de los términos más evocadores y sonoros de nuestro idioma; la valentía de unos nuevos arreglos de cuerda para la soberbia Alamares, ocho minutos salpicados de belleza. La voz inconfundible de Sandra Carrasco para engrandecer los Tangos de las Vinalias. El flamenco, definitivamente, necesitaba este Alejandra y necesita al hijo de doña Alejandra.