Es difícil catalogar a Martín Leiton. Improbable que lo hubiéramos detectado ya mediante los radares habituales, puesto que su labor como bajista o contrabajista de jazz rara vez le coloca frente a los focos. Y necesario que le ubiquemos con urgencia en los catálogos de la canción de autor con querencia latinoamericana, porque su estreno en faceta protagonista bien lo merece. Aparecidas ya había visto la luz en su dimensión digital a finales de la temporada pasada, pero este alumbramiento en formato físico –y vinílico– supone un acto de justicia elemental. Porque este canario con domicilio en Barcelona no solo sabe mirar con curiosidad y talante incisivo hacia el otro extremo del charco, sino que atesoraba historias que contar y las desarrolla a partir de temáticas nada trilladas.

 

Resulta reveladora y elocuente la presencia de Jorge Drexler, nada menos, en la excelente Manifiesto por la presencia, de melodía suspendida, regusto a madera y filosofía estimulante frente a tantas neuras que arrastramos en la era digital. “Si todas las cosas se desvanecen en el aire”, argumenta el propio Leiton, “¿por qué no vivirlas de la manera más pura y auténtica, sin artificios ni obsesiones por documentarlas?”. Sirve como argumento para una gran canción, pero también como leit motiv de un disco en que las fronteras geográficas y estilísticas saltan por los aires, donde no sabemos nunca si pesa más el folclor o la canción de autor y en el que el rock o el jazz también dejan aquí y allá su poso.

 

Todo ese riesgo y singularidad quedan encapsulados en los poco más de dos minutos de la pieza inicial, Dinero por amor, soberbio arrebato de funk furibundo y en compás quebrado: cuidado con los bamboleos de cintura entre los bailongos de poca cualificación. Martín erige la leona, el cordófono tradicional de cuatro cuerdas para el son jarocho, en su instrumento icónico para este debut, primera gran reivindicación en nombre propio después de una aquilatada experiencia como escudero de Vicente Amigo, Chano Domínguez, Jorge Pardo, Niña Pastori o el propio Drexler. Y que no pierda nunca las ganas de estas aventuras fuera de guion.

 

Aparecidas es un álbum vitalista, luminoso, pintoresco en su sonido vivísimo, tan virtuoso y tosco a la vez. Un disco de agradecimiento vital (“Yo te quiero dar las gracias / Gracias por darme la vida”, en Gracias) y de espíritu esperanzado (“Me despierto en primavera / cuando estoy seguro de que el mundo existe”, en La calle secreta), pero también abierto a la conciencia social en Milonga del inmigrante, con el sabroso aderezo de la guitarra eléctrica de Javier Calequi. Un disco breve, de media hora escasa, en el que caben un desamor de dimensiones cósmicas (Siendo tú rojo y yo azul) o la asunción de nuestros propios desconciertos en otra joya, Lo que yo en tus ojos veo, que imaginaríamos compuesta por un Silvio Rodríguez treintañero en el siglo XXI.

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